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julio 21, 2014

Descubriendo pesca ilegal de pez espada en Italia: El “making of”

 

Hace unos días, Oceana y Corriere della Sera se embarcaron en una misión de incógnito para detectar pesca ilegal en el puerto de Bagnara, en el suroeste de Italia. En plena noche, el equipo documentó la entrada en el puerto de pez espada capturado ilegalmente con redes de deriva. No es la primera vez que hacemos algo así: este mismo verano sacamos a la luz redes de deriva en Marruecos. A continuación os contamos más.

Llegar a Reggio Calabria ha sido un largo viaje, y no solo en términos de transporte. No dormimos la noche anterior porque teníamos la mente ocupada en pensar lo que nos esperaba, preguntándonos “¿Cómo será?” y “¿Qué tal nos irá?”. Tras un viaje de nueve horas, volamos sobre el estrecho de Mesina y aterrizamos en Reggio Calabria en la tarde del 7 de julio.

El cámara, Antonio. que vio aterrizar al avión (los aviones aterrizan en una zona muy urbanizada junto al mar y no todos los pilotos son capaces de hacerlo, según nos explicó), vino a recogernos. En cuanto nos conocimos vimos que podíamos confiar en él, lo que nos dio cierta tranquilidad.

Los tres marchamos a su estudio a elegir el equipo para la noche y trazar un plan preliminar, teniendo en cuenta que tenía que ser flexible.

Acordamos reunirnos a las 19:30 en Scilla y luego ir a Bagnara en un coche de alquiler. Son ya las 17:30 cuando salimos de Reggio para llegar al hostal de Scilla. Hace 34ºC y mucha humedad. Conducimos en silencio mirando el paisaje y conociendo cada uno de los pensamientos del otro: las muchas historias de la ´ndrangheta ocultándose en las montañas por las que estamos pasando.

Finalmente llegamos a Scilla y decidimos ducharnos y echarnos una siesta breve. Ya son las 18:15, pero el personal del hostal es muy amable y nos recibe con dos copas de vino tinto. No podemos decir que no: ¡después de todo, somos turistas de vacaciones! El dueño vive en la casa, lo que no nos gusta porque tenemos que hablar en clave y mi acompañante insiste en llamarme Sara (¡mi apodo de 007!).

Son las 19:15 y mientras contemplamos la increíble vista del pequeño puerto de Scilla desde la habitación, nos damos cuenta de que un barco con redes de deriva a bordo sale en dirección a Bagnara. Tenemos que partir de inmediato, pero Antonio nos envía un mensaje diciendo que llega tarde. Casi 40 minutos más tarde de lo programado, los tres nos reunimos en la antigua torre de Bagnara y contemplamos la puesta de sol. Son las 20:40, pero el atardecer no es demasiado espectacular. Desde nuestra posición, se ven todos los barcos que abandonan el puerto de Bagnara, pero ninguno que salga con redes de deriva.

Como habíamos planeado, vamos por una pizza en el único restaurante aislado del puerto. Está separado del resto del pueblo y es el único sitio en el que podemos quedarnos un rato a seguir los movimientos de los barcos sin resultar sospechosos. Pasamos casi una hora y media y, aunque no ocurre nada, al menos la pizza está muy buena.

Llega un barco a las 22:30, pero sabemos que no puede ser lo que estamos buscando. En cualquier caso, decidimos ir a ver los desembarques de este palangrero.

Cogemos unas cervezas (como habíamos planeado) y vamos a dar una vuelta. La gente del muelle no nos quita los ojos de encima, pero seguimos andando y llegamos al final del puerto, por donde los barcos entran y salen. Decidimos sentarnos allí y beber.

Nos sentamos en un muro de dos metros de alto que protege el puerto y hablamos como viejos amigos. Dos hombres que pasean por el puerto se acercan, pero no nos hacen caso y se marchan.

Ahora son las 23:20 y no hay nadie en el puerto. Pensamos hacer guardias, pero al mismo tiempo todos queremos estar despiertos y controlar qué pasa.

A veces las cosas suceden automáticamente, sin hablar de ello, y eso fue lo que nos ocurrió. Los tres, sin haberlo planeado, nos recostamos sobre el muro que protege la entrada del puerto. No hay luz, llevamos chaquetas negras y nos damos cuenta de que no pueden vernos al entrar y salir de puerto. Veamos qué pasa.

Son las 00:30. Empezamos a estar cansados, pero a la 1:00 entra un coche de bomberos en el puerto y aparca justo delante de nosotros, y a las 1:20 una furgoneta frigorífica blanca estaciona en el mismo lugar y dos operarios abren las puertas. Oímos un motor acercándose al puerto desde lejos. Lleva las luces apagadas y avanza en completa oscuridad. A la 1:30, el barco desembarca dos peces espadas y las dos personas los colocan con gran rapidez en la furgoneta. El barco, Pasquale, se marcha inmediatamente sin haber atracado. Navega de vuelta en mar abierto.

Antonio graba todo. Me late el corazón… ¡No me creo lo que ha pasado! ¡Tenemos algo! El corazón nos va a estallar, pero durante unos minutos no movemos ni un dedo. ¿Cuántos peces había? ¿Dos, tres? ¿Solo uno?

Después de un rato, cuando todo se ha calmado, empezamos a susurrar: Antonio vio un pez, Lucía vio dos y yo pensé que había tres. Miramos la película, en la que parece que solo han desembarcado uno. “Mejor verlo luego de nuevo en el estudio”, pienso.

Esa noche controlamos todos los buques. Antonio filma a todos los barcos que entran y salen del puerto. Entre las 2:00 y las 4:45 entran un par de barcos con grandes redes a bordo (¿de deriva o de arrastre?), pero no desembarcan especies altamente migratorias, al menos que veamos. Otros arrastreros entran y salen también.

Comienza a amanecer a las 5:45 y se nos empieza a ver. Es mejor irnos. Caminamos por el puerto y, mientras tanto, el Pasquale entra otra vez: ¡aquí estamos! Los pescadores y los hombres en la torre de Bagnara nos miran. Caminamos despacio, esperando que amarre. Atraca y según desembarcan un pez espada adulto, Antonio graba la escena. Los pescadores se marchan, pasamos junto al barco, vemos la red y documentamos todo. Estamos muy nerviosos. Todo el mundo nos mira, pero permanecemos tranquilos y caminamos lentamente al restaurante donde tenemos el coche aparcado.

OCEANA

No hablamos mientras nos metemos en el coche y dejamos el puerto para ir a desayunar a Scilla. A las 6:30 nos tomamos un cruasán y un café. Hablamos de todo, menos de la noche pasada. En Italia dicen que “las paredes tienen oídos”. Todos lo sabemos.

Antonio nos deja en Scilla y vuelve a Reggio a dormir. Regresamos al hostal. Es la segunda noche que pasamos en vela, así que nos falta tiempo para echarnos una siesta. Pero al llegar, el dueño está despierto y nos pregunta “Chicos, ¿habéis dormido bien? ¿Ya habéis desayunado” “Sí, gracias, nos hemos ido a bañar temprano y ahora nos hace falta una ducha. Nos vemos luego, gracias”, respondemos.

Caigo en la cama, pero a las 10:00 mi acompañante me despierta y dice que no podemos dormir; ¡estamos de vacaciones! Estamos cansados, pero salimos de nuevo a desayunar y nos tomamos un granizado y un brioche, el desayuno local típico (increíble). Vamos a la cama y dormimos un par de horas. Luego nos dirigimos a Reggio para ir con Antonio y empezar a trabajar con la grabación.

Es mucho mejor que lo que esperábamos. Hay dos peces espada y la red a bordo. Tenemos algo realmente bueno y también imágenes de otros barcos. Vamos a prepararlo para el Comité de Cumplimiento de  la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT) y a difundir el vídeo entre los compañeros.

Arrivederci Bagnara! ¡Esto no se ha acabado aún! De hecho, sabemos que pescan pez espada bajo talla en otoño para consumirlo en Navidad…

Más información: Lee el comunicado de prensa en el que pedimos a la Comisión Europea que  abra un nuevo procedimiento de infracción contra Italia ante estas pruebas de pesca ilegal.


[i] Nota: Se han cambiado los nombres de los protagonistas de esta historia y se omite el del autor por razones de seguridad.