febrero 27, 2005
Coiba. Domingo, 27 de Febrero de 2005
La Isla de Coiba es la más grande del Pacífico en América Central. Tiene aproximadamente tres veces el tamaño de Manhattan, es veinte veces más grande que la Isla del Coco y está a sólo 12 millas de la costa de Panamá. Allí se encuentra el arrecife de coral más grande del Pacífico Central, y allí acuden ballenas azules, ballenas jorobadas, orcas y delfines rayados tropicales para alimentarse y dar a luz a sus crías. En Coiba viven tiburones, mantas, picudos y atunes, y en sus playas ponen sus huevos cuatro especies amenazadas de tortugas de mar. Sus costas de manglares están repletas de cocodrilos. La isla es muy conocida en Panamá, pero no por su riqueza biológica. Durante todo el siglo pasado, la palabra ” Coiba ” era sinónimo de terror.
Hasta el año pasado, Coiba era una prisión federal en la que se encerraba a los delincuentes más peligrosos de Panamá ( peligrosos para la sociedad o para el poder político imperante ). Se trataba de una cárcel dispersa, con campos de prisioneros repartidos por varios puntos de la isla. Según la leyenda, los presos podían vagar libremente por la isla durante la noche, mientras los guardias y otros reclusos menos atrevidos permanecían encerrados. La violencia estaba siempre presente, aunque no siempre proviniera del hombre; además de los cocodrilos, en Coiba viven 15 especies de serpientes, incluyendo la mortífera barba amarilla y serpientes coral.
La población de la prisión fue disminuyendo gradualmente hacia el final del siglo XX, pero a pesar de ello la guía The Panama Guide ( segunda edición, 2001 ) seguía avisando a los visitantes de que ” debido a la continua presencia de la colonia penal, el lugar más seguro para anclar es junto a la estación biológica de Punta Machete, en el extremo nordeste de Coiba… Los policías son muy amables y se ofrecerán a servir de guía y protección armada en expediciones por los senderos de la isla. ” De Jicarón, una isla más pequeña perteneciente al archipiélago de Coiba ( que incluye, además de Coiba, otras ocho islas de menor tamaño y 40 islotes ), la guía dice: ” Esta isla, separada de Coiba por un amplio canal, tiene corrientes muy fuertes que la convierten en un lugar seguro contra posibles emboscadas. Está deshabitada y la belleza de su exuberante paisaje es indescriptible. Jicarón es sin duda el lugar más hermoso de todo el Pacífico panameño. “
La belleza de Coiba ha atraído a muchos otros, y la historia de la isla no siempre ha sido tan sombría. Una científica del Instituto Smithsoniano, Alicia Ibáñez, lleva varios años viviendo y trabajando en la isla, ayudada por un guardia y un recluso, Mali Mali, que después de cumplir su condena decidió quedarse para seguir colaborando en el proyecto y que es hoy guardia oficial del parque y el mejor guía de la isla.
La prisión cerró definitivamente en julio de 2004, cuando fueron evacuados los últimos prisioneros. Nadie sabe a ciencia cierta qué crímenes les habían llevado a Coiba. Todo eso forma parte del pasado de la isla, pero en cualquier caso los reclusos han pagado su deuda de alguna manera: su presencia ha hecho que este lugar permaneciera prácticamente inmune a la degradación industrial. Coiba y su archipiélago se convirtieron en parque nacional en 1991 por un decreto que el año pasado alcanzó el rango de ley.
En su grado actual de conservación, Coiba es un lugar de un inmenso valor, especialmente por su vida marina. Coiba es un eslabón clave en la franja de islas del Pacífico de la que forman parte la Isla del Coco y las Galápagos. Su proximidad al continente la convierte en un lugar protegido de cría para peces de corta edad que migran a otras zonas cuando se convierten en adultos. Por ello, mantener intacto el ecosistema marino de Coiba es vital para la conservación de las poblaciones de atunes y picudos que se pescan y consumen en todo el mundo.
A escala más local, Coiba debe seguir proporcionando alimento a las comunidades costeras de Panamá. La pesca a pequeña escala es una actividad que se practica en el país desde tiempos muy antiguos. De hecho, la palabra ” Panamá ” significa ” abundancia de peces ” en un idioma indígena, y aunque este apelativo ya no se puede aplicar a las zonas costeras invadidas por flotas industriales en los años 70 y 80, sigue describiendo a Coiba a la perfección. Según la nueva normativa del parque, la pesca a pequeña escala está permitida en la zona, aunque sometida a una regulación muy estricta. Todos los barcos deben solicitar un permiso al servicio de guardacostas, y el aparejo que se puede utilizar está limitado a una línea y tres anzuelos, lo suficiente para una familia o una pequeña comunidad. Se confía en que Coiba pueda seguir surtiendo de peces a los pescadores locales sin por ello dejar de ser un lugar de cría que contribuya a la recuperación de poblaciones en costas sometidas a una pesca más intensiva.
La transformación de Coiba de prisión en parque nacional es muy reciente y todavía continúa. El miércoles se graduará la primera promoción de la Policía Ecológica de Coiba, que mantendrá una presencia permanente en la isla y colaborará con los guardias del parque y con MarViva en la aplicación de las nuevas normativas de pesca, que entraron en vigor este fin de semana. Ayer mismo, los guardias recogieron por primera vez varias millas de palangre de dos de los cuatro barcos que habían solicitado permiso para pescar en aguas del parque; los otros dos prefirieron abandonar la zona antes que renunciar a sus aparejos ilegales. Esta noche saldrá una patrulla conjunta de MarViva, vigilantes del parque y policía ecológica para vigilar los alrededores de la isla. El cambio del gobierno de Panamá en septiembre llevó al poder a una nueva administración. Todos los vigilantes de Coiba son nuevos, y por ello en esta primera patrulla serán supervisados personalmente por Rolando Ruiloba, director del Parque Nacional de Coiba. Mar también estará allí para filmar y escribir sobre ello. Ciertamente, el Ranger no podía haber llegado en un momento más importante.