Report | mayo 31, 2010
Los arrastreros europeos destruyen los océanos
Cerca de 100.000 buques componen la flota pesquera de la Unión Europea. Se trata de embarcaciones que faenan tanto en aguas de la UE (flota domestica), como en la de terceros países o aguas internacionales (flota de alta mar). A esta flota hay que añadirle un número desconocido de embarcaciones, pertenecientes a los otros países europeos no miembros de la UE, que puede ser cercano a la mitad de la flota de la UE.
La mayoría de estos buques enarbolan banderas de algún país europeo, pero también existen, en especial entre aquellos que faenan en alta mar, barcos que, pese a estar gestionados, fletados o participados por empresas europeas utilizan el pabellón del país en el que realizan sus capturas, o bien llevan banderas de conveniencia (BDC’s).
La Comisión de Pesca ha solicitado la reforma de la Política Común Pesquera (PCP) para conseguir una reducción del 40% de la capacidad pesquera de la UE, ya que las previsiones muestran que con sólo el seguimiento de los planes multianuales aprobados apenas se conseguiría el desmantelamiento de un 8,5% de los buques y un 18% del tonelaje; algo que queda muy lejos de las recomendaciones científicas.
Y dentro de estos casi 100.00 buques, la UE cuenta con una flota especialmente dañina. Se trata de unos 15.000 buques arrastreros que, tanto en aguas de la UE como en la de terceros países o alta mar, están sobreexplotando recursos marinos y dañando irreversiblemente algunos de los ecosistemas más biodiversos y productivos del planeta.
El 40% de reducción demandado por la Comisión podría ser fácilmente alcanzable si el objetivo de esta propuesta tuviera como foco principal eliminar, al tiempo que la sobrecapacidad pesquera, las técnicas de pesca más destructivas. Una fuerte reducción de las flotas de arrastre permitiría una reducción drástica del esfuerzo de pesca, la conservación de los ecosistemas marinos y plantear una política de pesca de la UE con futuro. No afrontar los problemas de la flota de arrastre y ceder a la presión de sus lobbies es perpetuar la destrucción de ecosistemas y recursos marinos y condenar a decenas de miles de pescadores a un futuro más que incierto.