Tortugas marinas: ¿Qué hace Oceana?
La realización de este programa de Oceana fue posible gracias a la firma de un convenio de colaboración con la Fundación Biodiversidad y a la ayuda del SECAC (Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario), y sirvió para trazar planes de protección más eficaces.
Por medio de las marcas por satélite que se fijaron en una decena de tortugas marinas, nuestros científicos pudieron seguir los movimientos de estos animales diariamente, así como sus preferencias respecto a profundidades y horas de actividad a lo largo del día.
A bordo del catamarán Oceana Ranger, se localizó y marcó un grupo de ejemplares subadultos que se concentran durante el verano en aguas del Mediterráneo occidental. Investigadores de Oceana y de la SECAC llevaron a cabo una experiencia similar en las Islas Canarias a bordo del Oso Ondo, un barco especialmente fletado por estas organizaciones para llevar a cabo su trabajo.
Las tortugas boba (Caretta caretta) empiezan a reproducirse cuando alcanzan una longitud de caparazón superior a los 80 centímetros, momento en que suelen tener cerca de 15 años. Los animales marcados tenían longitudes de entre 33 y 70 centímetros de longitud, así que ninguno de ellos estaba en edad de reproducción y todavía se encontraban en la fase de migraciones y vida pelágica.
Las medidas que se adopten en los próximos años para la protección de las tortugas marinas pueden ser vitales para la supervivencia de esta especie. En los últimos seis años, el número de hembras reproductoras de las tortugas boba (Caretta caretta) que han vuelto a las playas de puesta en Florida (EE UU) ha disminuido a menos de la mitad. Y son estas poblaciones de EE UU las que representan casi el 40% de la población mundial de tortugas marinas.
La tortuga boba (Caretta caretta) es la especie más común en aguas europeas, pero también es la que más frecuentemente sufre capturas accidentales. Cada año, alrededor de 40.000 ejemplares quedan enganchados en los anzuelos de la flota mediterránea. Por ello, Oceana combinó este trabajo de marcaje con la colaboración en un proyecto del Instituto Español de Oceanografía con los pescadores de Carboneras (Almería), para mejorar la selectividad de esta pesquería. Las marcas colocadas sobre dos decenas de ejemplares subadultos aportaron información durante aproximadamente un año.
Tanto en las Islas Baleares como en las Canarias, los científicos de Oceana llevaron a cabo la toma de muestras de tejidos y la colocación del chip de identificación en cada uno de los ejemplares. Una vez tomadas las muestras, se colocó en el caparazón de cada tortuga marina un transmisor por satélite que permitió conocer sus hábitos migratorios, su comportamiento y otros datos relevantes para proponer planes de gestión para su protección. Cada vez que una tortuga salía a la superficie para respirar, la marca satélite emitía una señal que era transmitida al equipo de Oceana, que almacenaba los datos para su estudio.
Gran parte de estas tortugas procedían de las playas de puesta de Estados Unidos y el Caribe, si bien también pueden encontrarse algunos ejemplares originarios del Mediterráneo Oriental, especialmente Grecia, Chipre y Turquía.
Se sabe que un gran número de tortugas marinas, tras abandonar el nido donde nacieron, emprenden una larga migración transatlántica que las lleva hasta las aguas del Mediterráneo Occidental. Después, inician su camino de vuelta utilizando la Corriente del Golfo hasta llegar de nuevo a sus playas de puesta, tras completar más de 16.000 km de viaje. Pero todavía se desconoce mucho sobre la biología de estos animales, como por ejemplo dónde pasan gran parte del año, especialmente durante su etapa subadulta y durante el invierno.
En experiencias previas, el seguimiento de las tortugas por medio del marcaje por satélite nos ha permitido saber más sobre sus costumbres. Ahora sabemos que las tortugas pasan parte de su vida en aguas atlánticas y mediterráneas, y que las hembras adultas pueden poner sus huevos en playas diferentes a lo largo de un mismo año.