octubre 1, 2010
Viernes 1 de Octubre de 2010
Después de10 días de mar bordo del Oceana Latitude recalamos en St. Petersburg después de más de 150 millas escapando de una tormenta tropical con pinta de hacerse más grande y más fea según se iba acercando, menos mal que viró al Este hacia la costa oriental de Florida.
Nos quedaban apenas seis día de campaña y Xavier Pastor decidió que no había tiempo para más actividades a bordo, así que nos mandó una orden a los buzos: “coged vuestros cachivaches, alquilaros una “furgo” y tenéis cinco días para ganaros el jornal, que me lleváis a bordo “un tiempito haciendo el vago y sacando fotos y videos en cubierta, que no me valen pa ná”.
¡Que pena más grande! ¿Quieres decir que nos das cinco días para bucear en Florida?
¿No quieres que estemos 10, ó 15, ó 20… Si nos das más tiempo te encontramos el “Atocha”, o ese ya está “encontrao”?
Reunión de buzos, Thierry Lannoy empieza a buscar en mapas, internet, libros, google… Primera opción, subir hacia el norte de Florida, a Crystal River para grabar los manatíes… Estamos fuera de temporada… “da igual alguno habrá… no vamos a estar nosotros en Florida con posibilidad de grabarlos y que no haya ninguno, ¿no?”
Hello, we want to dive tomorrow with the manatees We would like to know what we have to do… First of all, you have to give me your credit card number…
Es la manera de empezar a contratar algo en los “States”…
Finalmente (después de los veinte dígitos), un centro de buceo de lo más “enrollao” (birds underwater) nos explica que estamos fuera de temporada y que hay que estar muy temprano en el centro de buceo, porque a las once, los pocos manatíes que están en la zona se dispersan para comer. La parte buena, es que apenas hay gente y salimos en una barcaza solo para “el team Oceana” y un veterano de guerra jubilado con su traje seco y su cámara Nikón F·3 y carcasa acuática, que le regalaron el día de su graduación.
Yo, por mi parte, y después de casi dos meses de campaña en el Oceana Ranger en el Mediterráneo, y otros tantos en el Golfo de México, y después haber hecho casi 500 kilómetros en coche, y dormir cuatro horas nuevamente (es la media que se duerme seguido en las campañas de Oceana, al menos si eres el que hace los videos), no sé dónde estoy, dónde está el mar, dónde está el Norte, el Sur… bastante hago con dar con la puerta del centro de buceo, aún de noche (son las 05:45), después de un delicioso desayuno en un Mc Donalds. Lo siento, soy vasco, los odio… y más cuando no sabes donde comer, te vuelves a meter en uno de ellos “porque es lo único que conoces”, y acabas comiendo el menú que no habías pedido, porque el del micrófono te lía con tantas posibilidades.
Al lío, el buceo:
Una vez nos han dado briefings, firmas en papeles, videos diciendo que estás en una zona super protegida, otro video de otra protección diferente, un nuevo briefing del capitán… (lo siento, a mi me han educado en el respeto y me basta con ver una situación para ver qué se puede y qué no se puede hacer, y todo eso normalmente me sobra)… nos equipamos y salimos en la barcaza…
Amanece, ni gota de aire, solo el sonido de los pájaros cuando se desperezan, arranca el fueraborda y empezamos a mecernos en las tranquilas aguas de la marisma… De corazón, os puedo decir, que después de tanto cansancio acumulado, sentí una inmensa paz en mi interior… y fue como si hubiera recargado las pilas en apenas unos minutos.
El capitán, con 35 años de experiencia en este trabajo, nos empieza a contar que en la zona, en pocas semanas, se van a juntar cerca de 500 manatíes. Hoy, con suerte veremos unos pocos. Puedo observar que somos los primeros en salir y veo casi todas las embarcaciones amarradas en los pantalanes, así que no habrá masificaciones.
El paisaje, cuando menos, es curioso, ya que en los canales por donde navegamos, a un costado observamos casas de lujo, una de ellas que destacaba “un poquito” sobre las demás, era de John Travolta, (por cierto, que estaba sin amueblar, lo digo por si hay algún decorador que esté leyendo esto), y por el otro lado, era naturaleza en estado puro cubierta de vegetación.
El buceo se realiza en apnea, y tras “observar” a un manatí, con visibilidad nula (de hecho no lo vi hasta que nos topamos el uno con el otro), le decimos a “Captain Nick”, que aquí ya puede haber cien manatíes, que para foto y video la cosa está dura con esta visibilidad, así que pone rumbo a un “spring cristal clear” (manantial de aguas transparentes)… ¡ya será menos!
¡Ja! Cuando me tiro al agua, me doy cuenta de que tenía razón, además de la visibilidad, la ausencia total de corriente, te hace sentir como si volaras en el espacio. Para los que nos dedicamos a la imagen submarina, estas condiciones de visibilidad, unidas a que vamos en apnea y no estamos limitados por el aire de la botella, son como un maná caído del cielo.
Nos adentramos en la laguna y a falta de manatíes, nos dedicamos a grabar el fondo, donde numerosas carpas campan a sus anchas por estos manantiales. Me acerco a Carlos que se está peleando cuerpo a cuerpo con un cangrejo (lo podéis ver en el video), para sacarle una foto delante de la cúpula de su cámara.
El manantial es grande y tiene muchos recovecos, así que cada uno tira “por donde le pide el cuerpo”.
Estoy de suerte… entre la vegetación se acerca algo grande… ¿qué es eso? Ah! si tiene caparazón será una tortuga, cualquiera lo diría porque más bien parece un animal jurásico (lo podéis ver en el video o en las fotos de Carlos Minguell), se trata de una tortuga mordedora o snapping turtle (Chelydra serpentina).
Seguimos buscando y al cabo de un rato, vuelvo a tener suerte, y Jesús Molino, mi buceador de apoyo me señala hacia unas raíces donde se nota movimiento.
Me acerco y ante mis narices sale una nutria (Lontra longicaudis) con cara de “¿Y tú quien eres?… La intento seguir, pero con un par de coletazos me saca más de 20 metros de distancia (que ridículos somos los humanos en el agua).
Seguimos en la Laguna un rato más y pasada una hora decidimos cambiar de sitio, ya que nos hemos acordado que el motivo de hacernos casi 500 kms era documentar los manatíes.
Tenemos suerte, en uno de los “springs” con bastante visibilidad, hay un grupito de buceadores con una madre y una cría. Tal y como nos habían explicado, cuando los ves en el agua, no hay que nadar hacia ellos, seguirlos, gritar… simplemente quedarte calmado y ellos se acercarán para verte, en pocos segundos si te quedas “quietecito” se genera un vínculo muy grande con estos sirenidos, que en ocasiones te piden hasta que les rasques la barriga.
Veo al grupo que empiezan a aletear mientras yo aún estoy cogiendo la cámara en la barca, ¡ésta es la mía! En vez de ir hacia el grupo, nado unos 100 metros delante de ellos en la dirección a donde pienso que van, espero… nada… nada…nada…¡Bingo, aquí vienen!
Primero la madre, puedo oír como mordisquea el fondo para alimentarse de algas (nos dijeron que pueden llegar a comer casi 60 kilos de algas al día), seguida de la cría; ¡rápido Gorka rápido! Ajusta diafragma, enfoque, el balance es el correcto…rec… ¡Sí, los tengo, los tengo!
¡Por detrás viene otro! ¡Ah no, que es Carlos Minguell! ¡Cómo da aletas este tío! ¡Que máquina! ¡si estaba con el grupo hacía nada y ya está aquí!
El caso es que a la cría del manatí parece gustarle y nos dedica unas cuantas cabriolas y juegos, hasta que viene la madre a poner orden y las dos se alejan majestuosamente, miro a Carlos y le veo con la sonrisa en la boca, seguro que tiene alguna buena foto de la actuación (¿la habéis visto ya? No os la perdáis, está en el diario y en el apartado de fotos).
Las once y media. Se nos acabó el tiempo para los manatíes. Nos quedamos con ese regusto de querer haber estado más rato, pero como siempre en Oceana, aquí no se para ni un minuto y tras despedirnos de la gente del centro de buceo, metemos los aperos en la furgoneta y ponemos rumbo a… ¡ah no que estamos en tierra! conducimos unas 20 millas hasta nuestro siguiente punto de buceo: “Rainbow river”.
Se trata de un resort con numerosas actividades acuáticas. En el pantalán nos espera el capitán con nuestra barcaza, que nos remontará un tramo del río para deshacer el camino buceando a favor de la corriente.
Nos sumergimos, el agua está fresquita debido a las numerosas surgencias que emanan en varios puntos del recorrido. Es curioso observarlas, como pequeños géiseres que nacen entre las rocas o la arena.
El agua está bastante limpia y puedo observar desde el fondo las copas de los árboles a un lado del río, las carpas y otros peces de río (que aún tengo que catalogar), cuando de repente un cormorán (Phalacrocorax sp.) pasa buceando a nuestro lado.
Seguimos río abajo, sin dar una aleta, siguiendo la corriente y casi al final podemos documentar los “Aligator Gar” (Lepisosteus spatula) que habíamos visto al remontar el río en la barcaza.
Llegamos al punto de inicio, donde salimos del río, toca recoger todos los trastos y ponernos en carretera, tenemos unas 500 millas hasta los Cayos, unas siete horas de coche.