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julio 9, 2006

Travesía de Cagliari (Cerdeña) a Rosas (España). 4 días, 330 millas

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Mi primera semana a bordo del Ranger la pasé realizando diferentes trabajos en las aguas costeras de Cagliari. Estos trabajos incluían varias inmersiones para documentar la vida marina y patrullar el sur de Cerdeña a lo largo de la curva de 1.000 metros de profundidad para vigilar las operaciones de pesca ilegal de redes de deriva. Este diario relata nuestra travesía por el Mediterráneo occidental, desde Cagliari hasta Rosas (España), un viaje de algo más de 330 millas en mar abierto.

El Ranger es, básicamente, un velero a motor con limitaciones para navegar a barlovento y, con un único motor en perfecto estado, nuestra velocidad de crucero en buenas condiciones es de 6 nudos. Enfrentarse a los vientos de proa tiene sus dificultades. El Ranger es muy estable incluso en las condiciones más duras, esto es algo que aprendí un par de días después de zarpar del puerto.

Calculamos que, en buenas condiciones, la travesía duraría 4 días, pero ya se sabe que hasta los mejores planes… Xavier ha reunido una tripulación de primera que cuenta con una gran experiencia en las diferentes habilidades que se necesitan para organizar expediciones en alta mar. Después de llevar ya una semana en el Ranger me sentí orgulloso de que hubiéramos sido capaces de salir airosos de cualquiera de los retos que nos envió la madre naturaleza.

Se asignaron grupos de guardia de tres personas con dos guardias diarias de cuatro horas. Mi guardia era de 16:00 a 20:00 y de 4:00 a 8:00. La guardia de primera hora siempre ha sido una de mis favoritas, porque recibía cada nuevo día con la salida del sol. Mis compañeros de guardia eran Albert, un oficial licenciado de la marina mercante, y Juan, un fotógrafo joven y muy entusiasta, una combinación perfecta con la que compartir tantas horas.

Perfectamente aprovisionados, zarpamos desde Cagliari el jueves 6 de julio a eso de las 8:30. Tardamos unas 10 horas en salir de la costa de Cerdeña hasta que abandonamos el extremo sur y pudimos poner rumbo a Rosas, un pequeño puerto casi en la frontera con Francia. El mar estaba en calma y el viento era suave y perfecto para uno de mis juguetes: una cometa parapente multicolor que rápidamente elevé para que nos animara durante las primeras horas.

Xavier, entre otros, vio el potencial que tenía enviar pancartas hacia el cielo para anunciar Oceana cuando había condiciones favorables. A veces, dependiendo del ángulo del viento, izábamos la vela gib para mejorar nuestra velocidad y la reducíamos cuando soplaba de barlovento.

El jueves transcurrió sin incidentes: Indy nos mantenía bien alimentados, los cambios de guardia funcionaban como un reloj, la velocidad media se mantenía en unos 6 nudos y todos esperábamos llegar pronto a España. Demasiado bonito para ser cierto… y no duró mucho. El jueves, bien entrada la noche, empezó la lluvia y los relámpagos y el viernes nos recibió con mar picado, así que nuestra marcha se redujo a 2,5 – 3 nudos. Seguíamos avanzando rumbo directo a Rosas.

El viernes, después de medianoche, el viento empezó a soplar más fuerte, a 30 nudos contra nuestra proa, el punto débil del Ranger. Soplaba tan fuerte que frenó nuestro avance y nos quedamos flotando a 150 millas de la tierra más próxima. Cuando empezó mi guardia pensé que había vuelto al Pacífico Norte, con 150 millas más que ganar a las que se habían añadido demasiado rápido 5-7 pies más.

Este Mediterráneo se está comportando como cualquier otro océano, dale algo de viento y te dará una patada en el trasero, demasiado para un tranquilo crucero de verano. El Capitán Jodi subió a cubierta para analizar la situación y decidió desplegar una vela gib arrizada y empezar a cambiar de bordada para no perder terreno hasta que el viento amainara. Durante las siguientes 15 horas realizamos largas viradas de varias horas, pero seguíamos sin acercarnos a Rosas aunque no estábamos perdiendo terreno hacia Cagliari. Pintaba mal para los que queríamos y esperábamos ver la final del Mundial el domingo.

Nos encontrábamos en medio del Mediterráneo, con Menorca a 150 millas al oeste y el extremo norte de Cerdeña a 150 millas al nordeste, sin ningún buen lugar al que ir y a 15-20 horas de cualquiera de ellos. Así que seguimos cambiando de bordada sin dirigirnos a ningún sitio. 15 horas más tarde el tiempo empezó a mejorar y por fin empezamos a avanzar a nada más y nada menos que 3,5 nudos rumbo a España. Puede que 3,5 nudos parezca lento, pero después de la paliza de las 15 horas anteriores sin rumbo fijo, estábamos eufóricos por volver a avanzar. El viento y el mar se siguieron calmando a lo largo del sábado y, por la tarde, la marcha volvió a ser cómoda y todos nos animamos cuando empezamos a navegar a 4,5 nudos.

El tiempo y el viento siguieron mejorando y casi toda la noche del sábado navegamos a unos 7 nudos para recuperar el tiempo perdido. La guardia del domingo por la mañana siguió bien y por la madrugada desplegamos la Génova (gib grande) con la que volamos a 7,5 nudos. En todo el día no bajamos de 6,8 nudos y ya sólo estábamos a 3 horas de Rosas. Final del Mundial… allá vamos. ¡AUPA, FRANCIA!

Una última nota: los marineros de todo el mundo utilizan expresiones similares para hablar de las condiciones del océano y mientras el tiempo nos azotaba, Xosé, un experto marinero, describía la situación como con “muchos borregos”, refiriéndose a la espuma blanca de las olas, muy parecido a lo que llamábamos hoy “lots of sheeps” cuando la espuma se rizaba. Próxima parada, ¡España!