septiembre 7, 2009
Tenerife. Lunes 7 de septiembre de 2009
“Ricardo… ¿A dónde vamos hoy?”
Pregunta habitual que le hago al gurú científico que llevamos a bordo a eso de las 8 todas las mañanas. Los motores ronronean mientras cogen temperatura a la vez que el café humea en nuestras tazas para que cojamos ese calorcito que nos ponga en marcha. Indi, el cocinero, agazapado bajo los mandos del motor, aún está en su limbo onírico a la espera del último sorbito para entrar en este mundo…
“Vamos a ver cómo está en Punta Teno, a ver si la cosa pinta bien. Porque pinta bien… ¿No?” responde Ricardo. Yo pongo pose de avezado marino y mirando al horizonte con los ojos entornados susurro: “Pues no te digo lo que pienso porque te mentiría”. Ya me salió la vena gallega. Al final decidiremos que habrá que asomar el morro a ver qué ocurre allá por las afueras del cabo.
Dicho y hecho. Una hora después asomamos el morro: PLAF! Toma castaña. Ahí están, sí. Los sempiternos alisios. Esos de los que, como Pedro y el Lobo, llevan anunciando desde hace quince días que en dos días ya calman. Soplan de lo lindo por lo que optamos por esconder la nariz y largarnos a sumergir el ROV en otro sitio.
Localizamos un punto interesante en un lugar tranquilo y botamos el ROV. Hay una corriente importante y al cabo del rato el viento y las olas llegan, alegres y curiosos, a ver qué nos traemos entre manos. Total, entre una que va para allá, los otros para otro lado y nosotros empeñados en llevar nuestro propio rumbo con un bicho colgando de 500 m de cable umbilical no puedo evitar el recordar las clases en la escuela sobre espacios vectoriales n-dimensionales. Ahora entiendo para qué me sirven esos conocimientos: ¡Tan sólo tengo que hacer ‘n=3’!
Al final el esfuerzo valió la pena: densos jardines de gorgonias, extensos campos de esponjas, y abundantes corales duros esperan nuestra vuelta para, en condiciones mejores, estudiarlo todo detenidamente.