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septiembre 17, 2008

September 17, 2008

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©OCEANA/ Carlos Suárez

 

Me despierto a las 7.30 h con el ligero cabeceo del barco y el ruido del motor; por la pequeña ventana redonda de mi camarote veo pasar el mar. «¡Oh, no! ¡Nos movemos!», fue lo primero que pensé. Aunque tentado estuve de quedarme en la cama la media hora que faltaba hasta el desayuno, recordar mi mareo del otro día me hizo saltar de la litera y echar mano de las pastillas que había traído «por si acaso». En realidad, «por si acaso» terminó por convertirse en una necesidad, pues el lunes me mareé mucho; a partir de entonces me tomé las pastillas antimareo con diligencia. ¡Y me siento estupendamente desde entonces!

Hoy ha amanecido un día espléndido, con poco viento y una mar relativamente calma. Eso es importante, ya que desde que nos embarcamos hace unos días, no hemos podido utilizar el sumergible por control remoto debido al viento, el fuerte oleaje, problemas con los focos, los cables… Estoy ansioso de ver a «Roberto» en acción. Me han dicho que los técnicos que subieron a bordo los últimos días son extraordinarios. Parece que el tiempo solo va a ser el apropiado para utilizar el sumergible hoy y mañana, así que cruzo los dedos. La cosa pinta bien, y todo apunta a que hoy será el gran día.

Hemos decidido hacer una prueba a unas dos millas de la costa. Nos encontramos en el extremo norte de Mallorca, cerca de Formentera. Si todo sale bien, nos alejaremos un poco de la costa hasta ese increíble desfiladero submarino que encontramos ayer, con puntos que superan los 500 metros de profundidad. La prueba ha sido satisfactoria. Después de tocar fondo a 85 metros de profundidad, nuestro pequeño robot nos muestra corales rojos (Corallium rubrum) y corales negros (Antipathes subpinnata), erizos de mar (Echinus melo), anémonas (Cerianthus sp.), estrellas de mar (Chaetaster longipes), cohombros de mar (Eostichopus regalis), gusanos bonelia verde (Bonellia viridis) y abanicos de mar. Un pez araña se entierra en la arena al ver acercarse al robot. Vemos los restos de una red de arrastre.

La comida es a las 12.00 h todos los días. Hoy tenemos arroz con curry y melón de postre. El cocinero ha establecido un menú fijo para cada día, y me han dicho que no hay mucha flexibilidad. Puesto que no como carne, me he traído algunos extras para comer si me quedo con hambre, pero esto no ha supuesto ningún problema en absoluto. De hecho, cada vez que tocaba carne, el cocinero me ha preparado un plato distinto sin ella. La tripulación es muy simpática, y agradezco profundamente la consideración que han tenido al preparar mis comidas.

Vayamos al punto que inspeccionamos ayer. Todos estamos ansiosos de ver si el sumergible tendrá éxito. La inmersión n.º 28 comienza a eso de las 13.30 h. Entro en la cabina donde los técnicos y nosotros, los científicos, observamos las imágenes del sumergible. Mirando las pantallas, vemos que el robot se sumerge cada vez más y que el agua es cada vez más oscura. Después, los técnicos encienden los focos y a los pocos minutos el sumergible llega al fondo. El sumergible tarda unos 35 minutos en descender hasta 360 metros de profundad. Esta vez vemos una bonita medusa Solmissus albescens, pequeños peces hacha, montones de pequeñas anémonas tubo (Arachnactis oligopodus), algunos camarones ocultos entre las rocas y unas cuantas gallinetas (Helicolenus dactylopterus). Mientras miramos las pantallas, radares y vídeos, vemos que el sumergible se aleja cada vez más del barco. Está demasiado lejos y tenemos que subirlo de nuevo hasta la superficie para evitar que sufra algún daño.

Después, decidimos marcharnos a Les Olives, una montaña submarina a medio camino entre Ibiza y Mallorca. Navegación fluida en todo el trayecto durante el resto de la tarde. La tripulación alterna entre sus tareas y saborear el bello paisaje de la costa norte de Mallorca, erizada de abruptos acantilados que se hunden en el mar.