Esta mañana ha comenzado literalmente con una explosión. El casco del Oceana Latitude golpeaba con violencia las olas y ha sido todo un despertador para la tripulación. Nos despertamos en un paisaje marino formado por una mezcla de torres de agua, olas con crestas blancas y un cielo impresionante. Sólo podía ser el comienzo de un emocionante día.
Con olas de entre 1 y 3 metros golpeando el barco, salimos a cubierta llenos de entusiasmo. A pesar de las malas previsiones meteorológicas, estábamos eufóricos.
La primera tarea del día fue preparar el cabo de plomo de 5/16 pulgadas (unos 8 centímetros) y el ancla de 68 kilos para su colocación. Se recortaron, cosieron y conectaron los cabos mientras se fijaba y encadenaba el ancla. El Dr. Short dirigió y coordinó el equipo en el momento de alzar el ancla.
Debido a la mar gruesa, fue imposible utilizar el pequeño barco de apoyo. No podíamos fallar. El Dr. Short decidió unir las tiras de muestra de PEMD desde el lateral del Oceana Latitude en lugar de desde el lateral del barco de apoyo y se ató literalmente al barco con correas y arneses, para una máxima seguridad durante las tareas de acople.
Levantamos el ancla y la lanzamos al agua. Al mirar alrededor pude notar que todos estábamos un poco nerviosos. Mientras las olas continuaban azotando el barco, se lanzó el cabo de plomo y se marcaron las profundidades. Finalmente, con un último esfuerzo, se lanzó la boya y todo el equipo lanzó un suspiro. Todos comenzamos a aplaudir cuando la boya apareció repentinamente en la superficie y no dio señal alguna de hundirse. Completamente empapados y agotados, tuvimos que meternos dentro debido que el tiempo empeoraba.
Las horas pasaban mientras esperábamos llegar al siguiente punto de descenso. El tiempo nos obligó a viajar despacio y sólo pudimos realizar un amarre más. Mañana será otro día y estamos muy animados; esperamos poder realizar entre seis y ocho amarres, pero tocamos madera porque la última palabra la tiene el tiempo.