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enero 20, 2014

Regreso al sentido común: de negocio de unos a patrimonio de todos

BY: Xavier Pastor

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© OCEANA Maggie Ettlin

 

(Artículo publicado en el número extraordinario del 50 aniversario de la Revista Mar)

Hace cincuenta años, los océanos sufrían dos graves problemas. Por una parte, absorbían una gran contaminación industrial, y por otra, la flota aumentaba de tamaño sin parar y, en el caso de España, se veía impulsada por planes de desarrollo que hicieron de ella una de las mayores del mundo.

Se estaba plantando así la semilla de la sobreexplotación, pero hubo que esperar hasta los años 70 para que las organizaciones ecologistas se interesaran por el mar, y entonces se volcaran en la caza de ballenas y los vertidos radiactivos y tóxicos. A mediados de los 80, los conservacionistas comenzaron a preocuparse por los aspectos pesqueros y a principios de este siglo Oceana aparece como la primera organización internacional dedicada exclusivamente al mar.

Los activistas tratan de que se reduzca la capacidad de una flota sobredimensionada y se designen Totales Admisibles de Capturas con criterios científicos y proporcionales a los stocks. Impulsan también la creación de áreas marinas protegidas para salvaguardar la biodiversidad de los hábitats marinos y facilitar la recuperación de los stocks.

El proceso va avanzando desde la creación de la Política Pesquera Común en 1982 y actualmente nos encontramos en camino de terminar con las subvenciones que contribuyen a la sobrepesca, canalizando las ayudas hacia la pesca artesanal, la investigación, el control, la vigilancia y las áreas marinas protegidas.

Los resultados de una gestión más racional ya están dando sus frutos, como muestra la disminución del número de stocks sobreexplotados. También se han hecho notables avances en la contaminación marina.

A lo largo de todos estos años las relaciones de los conservacionistas con la flota industrial están marcadas por una hostilidad mutua generada por el uso de técnicas pesqueras insostenibles y en muchos casos altamente destructivas. El sector, acostumbrado a tener una capacidad de presión sobre la Administración y a apoyarse en la indiferencia o simpatía de un público poco informado, se ha visto desagradablemente sorprendido por la presión de las organizaciones ecologistas, avaladas por datos científicos y con capacidad política y mediática.

Es muy posible que a medida que se pongan en marcha estas propuestas y se consoliden los indicios de recuperación, la industria pesquera europea vea que aumentan sus rendimientos. Sin embargo, este panorama esperanzador se ve enturbiado por el crecimiento de la flota de los países asiáticos, más difíciles de controlar por procedimientos democráticos y mediáticos. Para ello será imprescindible una alianza entre una industria pesquera occidental mucho más controlada y sostenible, las organizaciones ecologistas y los organismos internacionales.