febrero 24, 2005
Partida de la Isla de Coco y niveles tróficos en acción. Jueves, 24 de Febrero de 2005
Abandonamos la Isla de Coco. Navegamos hacia el nordeste dejando la isla a nuestra espalda, magnífica y rebosante de agua como si acabara de surgir de las profundidades, con sólo las nubes sobre ella.
Al salir nos cruzamos con otro palangrero, el segundo que vemos desde nuestra llegada a la isla. El primero había alegado problemas con el motor como razón para permanecer anclado en la bahía; es una excusa frecuente que no hay forma de confirmar. Ayer por la noche, los patrulleros de MarViva retiraron de las aguas del parque un palangre de seis millas. Pese a todo, eso no es nada. Los guardias del parque y el personal de MarViva me cuentan que hace tres años, antes de iniciar sus patrullas conjuntas, había siempre entre treinta y cuarenta pesqueros en las aguas del parque. No me cuesta ningún trabajo creerlo. Es impresionante poder ver de primera mano los continuos esfuerzos de vigilancia, con patrullas que se pasan fuera toda la noche sin más compañía que la oscuridad, las tormentas y la presión constante de saber que al menor descuido aparecerán de nuevo los palangreros. El nuevo nivel de protección en torno a la Isla del Coco es eficaz y al mismo tiempo discreto.
Pero la diferencia es enorme. El equipo de filmación se sumergió hoy por última vez antes de nuestra partida. Juan Pablo lo cuenta así:
” El lugar se llamaba ” Roca Sucia ” – un paraje que atrae a muchas aves – ” y es un pequeño islote rocoso sin vegetación de ningún tipo. Bajo el agua, las paredes de roca son casi verticales y alcanzan 55-60 metros de profundidad. La roca forma una especie de pirámide, muy pronunciada al principio pero con una pendiente mucho más suave cerca del fondo.
Lo increíble de esta inmersión es que fue una perfecta representación de la cadena trófica, o alimenticia, del ecosistema marino de la Isla de Coco. En el fondo, a una profundidad de 50 metros, se encuentran los grandes depredadores que forman la punta de la pirámide. Son los tiburones martillo, que en esta zona se conocen como ” cornudas “. Vimos dos o tres de gran tamaño que patrullaban en círculos la base de la roca. No había nada más. Era un lugar lúgubre, sin más que esos dos o tres tiburones nadando en círculos…
Un poco más arriba, a 35-40 metros, había lenguas de arena en la roca casi vertical. Aquí encontramos otro tipo de tiburón, los tiburones de arrecife. Estaban descansando. Los tiburones martillo, como la mayor parte de los tiburones, se mueven constantemente en el agua, pero los tiburones de arrecife son una excepción.
Y a 30 metros, los jureles, otro importante depredador. Formaban pequeños grupos y eran grandes, de unos 60 centímetros aproximadamente. Aquí vimos también un par de rayas pintadas tropicales.
Más cerca de la superficie, los peces son más pequeños y están presentes en mayor número. También aumenta la variedad de las especies. En las fisuras oscuras y cavernosas de la roca había ojones o peces soldado. Más afuera vimos peces mariposa, cirujanos, peces loro y cientos y cientos de castañuelas.
Fue una de las inmersiones más bellas de mi vida, tanto porque las condiciones eran perfectas como porque no es nada frecuente ver una variedad tan enorme de especies fuera de los arrecifes de coral. Es evidente que el trabajo de MarViva, el Gobierno y FAICO por proteger la isla ha dado fruto. Todos los tiburones, desde el martillo a la raya, se capturan con técnicas de palangre. Si no hubiera leyes de pesca ni control sobre los barcos pesqueros, no existiría tal cantidad y variedad de especies. Toda la estructura del sistema cambia si desaparecen los depredadores superiores.
Hay un fenómeno que los biólogos llaman ” efecto reserva ” y que consiste en que, en las zonas donde la pesca está regulada, se produce un aumento en el número de especies, en el número de individuos y en su tamaño. Gracias al trabajo de MarViva, es evidente que este fenómeno se da también en la Isla del Coco.
Por lo que se refiere al trabajo de Oceana, puedo decir que me siento personal y profesionalmente orgulloso de formar parte de este equipo. En el campo de la protección y la educación medioambiental no es nada fácil encontrar proyectos de este tipo y a esta escala. Para un biólogo marino es una gran oportunidad colaborar en una iniciativa como ésta, en un barco de 22 metros en el que trabajan doce personas, cada una con su propia misión, en algunas de las zonas más inaccesibles y mejor conservadas del planeta.”