agosto 6, 2007
Marejada en Alborán
A las cuatro de la noche nos hemos despertado con los golpes que el casco del Ranger daba contra el muelle de la isla. El efecto de la marea y la resaca que se estaba creando en el interior del minúsculo puerto de la isla por el viento que se había levantado en las últimas horas había neutralizado la protección de las defensas, que habían sido desplazadas por los movimientos del barco. Ahora, el pesado catamarán se estaba convirtiendo en un juguete de las olas, que intentaban arrojarlo contra el dique de hormigón, cada vez con mas fuerza. Toda la tripulación en cubierta, reforzamos las amarras e introducimos entre el casco y el cemento todas las defensas de las que disponemos a bordo. Pero el viento de poniente y las olas iban en aumento y pronto quedo claro que había que soltar amarras y abandonar la ratonera en la que el mal tiempo convierte el muelle de la isla de Alborán, donde el Ranger era la única embarcación atracada. A las cinco de la madrugada estábamos libres y buscábamos un lugar, al suroeste de la isla, donde pudiésemos esperar el amanecer al pairo, aguantando la posición con los motores en marcha, con viento de más de 30 nudos. Una vez encontrado el punto adecuado, Jesús Renedo, el capitán, cedió el puente al primer oficial, Carlos Pérez, que mantuvo al Ranger en la zona segura durante las siguientes tres horas, hasta que desde el destacamento militar nos llego la autorización de poder fondear.
Estábamos en un área relativamente protegida del viento por la isla, pero la situación fuera del fondeadero no permitía trabajar con el ROV y mucho menos con buceadores. El parte meteorológico anunciaba un incremento del viento hasta fuerza 6. Por ello, hemos decidido aprovechar el día documentando el lugar en donde estábamos, en plena reserva integral de Alborán, operando con el robot bajo el barco inmóvil. Hemos desplegado hasta 200 metros de cable, y durante tres horas hemos podido filmar en detalle los densos campos de algas de múltiples especies presentes en los fondos rocosos de esta parte de la reserva, habitados por una gran cantidad de invertebrados y peces. Ahora disponemos de una grabación muy meticulosa de más de 12 hectáreas de fondo entre los 8 y los 16 metros de profundidad, que podremos analizar con mucha tranquilidad a posteriori. Este trabajo no ha estado exento también de sobresaltos. Aunque cuando hemos iniciado la inmersión estábamos solos en toda la zona, al cabo de un rato ha aparecido por allí el arrastrero Nueva Virgencita, intentando refugiarse del mal tiempo pero empeñado en hacerlo justo al lado del Ranger, en el momento en que el cordón umbilical del robot se encontraba en superficie. El patrón del pesquero parecía sordo y ciego: no respondía a las llamadas en el canal 16 de emergencia que se le hacían desde el Ranger ante el riesgo de que el cable que conecta el ROV con el catamarán acabase en su hélice. Tampoco reaccionaba a las del destacamento militar que quería que el pesquero se identificase y les manifestase que intenciones tenía al introducirse en la reserva integral de la isla. Pero ni por esas. La tripulación del arrastrero no atendía ni a las llamadas, ni a la señalización del Ranger, ni a las señales acústicas, ni a los gestos desesperados que los tripulantes le hacíamos con los brazos, mientras saltábamos en cubierta como orangutanes posesos. Por fin hubo que botar la lancha neumática a toda prisa y acercarse al pesquero para, a gritos, explicarle al patrón (que estaba durmiendo durante todo el incidente) lo que ocurría. También a gritos el nos explico que nunca estaba a la escucha en el obligatorio canal 16, sino que el usaba el 74 porque ese es el que utilizaban para comunicarse ente los pesqueros. Ole!, con un par de huevos!.
Superado el segundo susto del día, continuamos con el trabajo y al finalizar, izamos el robot. Por la tarde, nuestro nuevo fotógrafo, el biólogo Juan Carlos Calvín, junto al resto los buceadores ya habituales (Jorge Candan, Pilar Barros y Thierry Lannoy) y acompañados por la marinera Cristina Pérez y el capitán, se han dirigido a la costa de la isla con la lancha neumática y a pocos metros de profundidad han estado buceando en snorkel,. En la reserva de Alborán no esta permitido (o no lo ha estado para nosotros en esta ocasión) el buceo con escafandra autónoma. Así que nos hemos organizado para poder obtener imágenes de los fondos de Alborán no solo mediante el ROV sino también sumergiéndonos sin botellas.
El día no ha dado para mucho más. Cuando después de dos horas han retornado los submarinistas, el cocinero Juan Carlos Ramos ha preparado la cena, y tras la reglamentaria sesión de película de video, a dormir. Seguimos fondeados al norte de la isla, casi enfrente del faro.