julio 19, 2006
A las Islas Columbretes
Tras abandonar Torredembarra por la noche, al hacerse de día vemos como a nuestro alrededor pasan algunos barcos, incluyendo cruceros, cargueros, etc. Y al fondo distinguimos un arrastrero. Estará a unas dos millas. Al llegar a la zona, vemos como sobre la superficie del mar hay decenas de peces muertos, en su mayoría bogas (Boops boops), muy posiblemente parte de los habituales descartes de estos pesqueros. Hemos recogido algunos con el salabre para poder identificarlos y ver su estado. Muchos de ellos están dañados o reventados.
Por suerte unos pocos minutos después nuestra suerte cambia y los delfines vienen a alegrarnos el día. En este caso son tursiones (Tursiops truncatus), alrededor de 12 ejemplares, que están saltando y golpeando el agua con sus aletas caudales. ¡Parece que están comiendo!
Y ahora, Columbretes ya esta a la vista. Nos comunicamos con la Reserva y nos disponemos a fondear en Isla Grossa. Tras charlar con los guardias y explicarles nuestros planes, ponemos rumbo a la Isla Horadada, a menos de dos millas de distancia.
Durante nuestra estancia aquí tenemos que tener cuidado y evitar los ruidos; es la época de cría del halcón de Eleonor (Falco eleonorae) y ya hemos visto mas de una docena de ellos. Se calcula que este año hay unas 40 parejas nidificantes en Columbretes. Otras aves marinas, como gaviotas de Audouini (Larus audouinii), gaviotas patiamarillas (Larus cachinans), pardelas cenicientas (Calionectris diomedea), cormoranes (Phalacrocorax aristotelis), etc., también son habituales en estos islotes.
En la primera inmersión nos concentramos en la parte Noroeste de la Horadada. Hay que tener cuidado al echarse al agua: ¡hay medusas! (Pelagia noctiluca). No son una plaga, pero si numerosas. A unos 14 metros apreciamos un gran manto de algas pardas, en especial Dictyopteris membranacea, que cubre una gran extensión de los fondos. Hay también gran presencia de otras algas pardas, como Padina pavonica, Sargassum vulgare, Zonaria tournefortii, Dictiota dichotoma etc. En las zonas más rocosas, se hace presente el alga verde Halimeda tuna. Y donde rompen las olas, Cystoseira amentacea, otra alga parda que pertenece a un género que queremos estudiar y que consideramos que debería estar entre las algas prioritarias para su protección por los hábitats que forman.
Entre el “bosque” de Dictyopteris hallamos multitud de puestas de moluscos, principalmente de nudibranquios (esos caracoles marinos sin concha y con las branquias en la espalda, pero con unos colores espectaculares), pero también de caracolas (buccinidos y muricidos). Algún gran nudibranquio, como Platydoris argo, se deja ver. Mas allá un grupo de fredis o peces verdes (Thalassoma pavo) parece haber encontrado un festín en una puesta de castañuelas (Chromis chromis). Y luego, bancos de los espectaculares alevines de castañuelas, con ese color azul intenso tan imponente.
Por la tarde nos centramos en la pradera de Cymodocea nodosa. Esta planta, una de las “hermanas pequeñas” de la Posidonia, forma también unos bosque marinos de gran interés. En ellos, encontrados nacras gigantes (Pinna mobilis) que parecen enormes mejillones clavados en la arena, juveniles de pulpos (Octopus vulgaris), puestas de calamares (Loligo sp.), y multitud de peces, como doncellas (Coris julis), petos (Symphodus tinca), serranos (Serranus scriba), etc. Y otra vez rodolitos de Lithothamnion y un incipiente maerl que comienza aquí.
Las Columbretes son islas volcánicas de una erupción que ocurrió hace un millón de años. Es decir, son unas jovenzuelas. Y se nota en su ecosistema marino. Parece que las comunidades típicas del Mediterráneo aquí no se han asentado todavía o no se han repartido bien los espacios. No existe todavía Posidonia oceanica, y solo hay prados de otra fanerógama marina; Cymodocea nodosa. El maerl, un interesantísimo hábitat formado por algas rojas calcáreas que tienen aspecto de coral ramificado, se mezcla en algunas zonas con estas praderas y en lugares de muy escasa profundidad, menos de veinte metros, hemos visto algunos rodolitos de Lithothamnion entre cascajos y colonias de Dictyopteris, cuando lo normal es que estas algas estén por debajo de los 30-40 metros. Es como sin las “hormonas” de este ecosistema joven aun no se hubieran asentado.
Tampoco deja de ser curioso ver empotrados en algunas laderas de las islas obuses de gran tamaño, recordando el pasado de este lugar como zona de maniobras militares. Hoy, por suerte, eso es historia.