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septiembre 8, 2009

La Gomera. Martes, 8 de septiembre de 2009

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©OCEANA/ Carlos Suárez

 

El Cielo azul, un sol esplendido, nieve polvo recién caída y toda la ladera sin pisar enterita para mí. Cojo impulso sobre los bastones y me tiro ladera abajo, me hundo en la nieve hasta las rodillas y cuando voy a dar el primer giro, un pensamiento pasa por mi cabeza: ¿Coño, que hora será, que estoy tan a gusto?

Me incorporo súbitamente, tan rápido que me doy un cabezazo con la esquina de un mueble que está en la parte alta de mi camarote, ¿Qué hora es?

Entraba de guardia a las seis de la mañana, cojo el reloj a tientas, las tres y cuarto…la madre que me parió…

Cuanto envidio a Carlos Pérez que es capaz de dormir sus seis horas de sueño en los tramos que hagan falta: de dos horas, de una, de media, de quince minutos… y siempre parece más fresco que una lechuga, yo en cambio si me despierto, ya no cojo el sueño ni a tiros, así que me pongo a editar unos videos que tengo pendientes, bajo una luna casi llena y al cobijo de los acantilados de Los Gigantes al sur de Tenerife, el caso es que en esa atmósfera tan especial, me concentro enseguida y me dan las seis de la mañana en un visto y no visto, será cuestión de montar un estudio de grabación por estos lares…

Subo a cubierta y sustituyo a Carlos Suárez, el fotógrafo del Oceana Ranger durante el próximo mes, que estaba haciendo la guardia anterior a la mía. Estamos fondeados cercanos al puerto de Los Gigantes, donde no había sitio para atracar, así que nos hemos quedado a resguardo de estos espectaculares acantilados, que llegan hasta la punta de Teno en el Sur de la isla chicharrera. Cuando no estamos en puerto, realizamos guardias nocturnas para prevenir cualquier cambio de viento u otras contingencias que pongan en peligro la seguridad del Ranger.

A las siete y media empieza la actividad a bordo y tras desayunar ponemos rumbo a la isla de La Gomera, ya que hay previsión de calmas para los próximos días y queremos aprovechar el buen tiempo para realizar inmersiones en las caras más expuestas de las islas.

Ponemos rumbo a la punta de la nariz (no es coña, el cabo tiene ese nombre), al SW de la isla de la Gomera, unas 25 millas que cubrimos en cuatro horas de una navegación placentera, sin apenas olas. A lo lejos divisamos un rorcual, posiblemente tropical (Balaenoptera cf. edeni), que se sumerge y nos deja con las ganas de poder filmarlo. El canal que separa las islas de Tenerife y La Gomera es uno de los lugares más importantes de las islas para el avistamiento de cetáceos, una de mis pasiones, pero esta vez tenemos otro objetivo, así que otra vez será.

Llegamos a la punta de la nariz y una vez allí, nos toca a los buceadores la primera inmersión. La realizamos en la propia punta, en un fondo de rocas que cae desde superficie hasta los 35 metros con una primera plataforma en los 20 metros. Me dejo caer hasta el fondo, y puedo observar el casco del Ranger en la superficie, ¡vaya visibilidad! A esta profundidad (35 metros) y a pesar de que hay una pequeña termoclina, la temperatura del agua debe rondar los 24º C.

Me separo un tanto de las rocas y navego por el fondo de arena entre un “campo” de anguilas jardineras (Heteroconger longissimus) por si hubiera algo de fauna en este fondo arenoso. No veo nada que me atraiga, inicio el ascenso y oigo que me llaman a mi espalda, es mi buceador de seguridad Eduardo Sorensen, que me avisa de que en el azul hay un banco de unos cincuenta atunes, probablemente sierras (Sarda sarda), puedo “tirarles un plano”, aunque ya cuando se encuentran lejanos.

Seguimos ascendiendo por un típico fondo rocoso canario, que en las islas se denomina “blanquizal”, estos fondos se han formado debido a la proliferación del erizo de lima o erizo diadema (Diadema antillarum). Se trata de un herbívoro muy voraz, que literalmente “arrasa” con la cubierta algal de este tipo de fondos, dejándolos completamente “pelados”. La sobrepesca de sus principales predadores como samas (Pagrus auriga), sargos (Diplodus sp), pejeperros (Bodianus scrofa) y tamboriles (Chilomycterus atringa) ha hecho que esta especie se convierta en una plaga en la práctica totalidad del archipiélago.

Acabamos la inmersión cerca de la superficie y Carlos Suárez me avisa para que mire debajo de una grieta con una sonrisa “picarona”…Pongo la lente de macro de mi cámara esperando encontrar alguna pequeña gamba o nudibranquio y ¡sorpresa! Me topo de bruces con un tamboril (Chilomycterus atringa) de casi medio metro de tamaño encajado en la grieta y mirando inquieto a esta nueva especie de “peces” con luces que rara vez se habrán visto por la zona.

Terminada la inmersión, subimos a bordo para poner rumbo hacia una nueva inmersión del ROV, que se hará cerca de este punto pero a una profundidad mucho mayor.