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febrero 11, 2005

Golfito. Viernes 11 de Febrero de 2005

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Estoy en Golfito, con la jungla a un lado, el océano al otro y el Ranger a punto de llegar. Empieza la aventura.

Casi todo el viaje hasta el océano ha sido por aire. Fui en avión de Washington a Miami y de allí a San José, donde esta misma mañana tomé un avión que podría caber en mi habitación y que me trajo hasta aquí.

Costa Rica

Costa Rica es un país montañoso. Visto desde el aire parece un pañuelo de seda arrugado, con picos del color de la arcilla, valles de un verde profundo y sucias carreteras que serpentean por las colinas. Bajé del cielo para pasar una noche en San José y esta mañana volví a despegar en compañía de Xavier Pastor ( director de Oceana para Europa ). El avión era poco más que un huevo de aluminio ( apenas si cabíamos 10 personas ), y me hizo sentir tan estúpida como un pollito ingenuo intentando volar antes de romper el cascarón. Por lo menos tenía alas, eso sí, pero me pareció casi un milagro que se elevara por encima de las montañas hasta permitirnos ver otra vez las arrugas del terreno.

No habían pasado ni veinte minutos cuando el océano apareció en el horizonte como una gran superficie azul que nos daba la bienvenida. Entre el bosque y el brillante mar se extendía una larga franja de playa. Algún día vendré a vivir aquí.

Plane

Después de una hora de vuelo hacia el sur por los márgenes del Golfo Dulce llegamos al Golfito, una pequeña ensenada que se abría hacia tierra. Allí estaba la ciudad: una sucesión de edificios a lo largo de la costa, un puerto deportivo con un solo embarcadero, algunos mástiles,… Nuestro avioncito de juguete descendió y descendió, sobrevoló unas palmeras ( por un momento parecimos rodeados por vegetación húmeda y exuberante ) y tomó tierra en la pequeña pista del ” aeropuerto ” de Golfito.

Y aquí estoy, sana y salva y escribiendo desde la oficina de MarViva, una organización centroamericana que lucha por proteger la vida marina de la zona y poner freno a la abundante pesca furtiva ( y especialmente al comercio con aletas de tiburón ). Las próximas semanas las pasaremos colaborando con MarViva mientras nos preparamos a recibir al Ranger, hacer acopio de provisiones y zarpar hacia la Isla del Coco, una formación de roca volcánica que es como un imán en las rutas migratorias de grandes peces como el atún y el marlín. Y el tiburón. Se dice que la Isla del Coco tiene la mayor concentración de tiburones por metro cuadrado de agua en todo el mundo. Además de buscar barcos que comercien ilegalmente con aletas de tiburón, la tripulación del Ranger tiene previsto hacer filmaciones submarinas de crías de peces martillo y de cualquier otra cosa que encontremos. ¿ Me dará más miedo que un avión en miniatura ? Es posible, pero ya habrá tiempo de comprobarlo.