mayo 31, 2005
Fin de semana en Horta. Martes, 31 de Mayo de 2005
Horta, la capital de Faial es una pequeña ciudad portuaria, que ha sido capaz de mantener el encanto de hace décadas manteniendo el estilo de sus edificios, restaurando fachadas, no levantando aberraciones urbanísticas y cuidando todos los detalles para preservar la tradición y la identidad. Al mismo tiempo, sus habitantes han progresado económicamente y se capta una sensación de prosperidad y bienestar general entre sus 16.000 habitantes.
Para un mallorquín, es un alivio comprobar que existen isleños de regiones originalmente pobres que no se han convertido necesariamente en bestias destructoras de paisajes, culturas y ecosistemas. Es posible prosperar económicamente respetando todo eso. Azores da pruebas de ello. Tal vez haya influido que en algunas islas se puedan encontrar gobernantes que exhiban algún nivel de sensibilidad y de decencia.
La marina de Horta, integrada en la ciudad, es uno de los cuatro puertos más utilizados en el mundo por los navegantes de yates. No estamos hablando de los yateros de fin de semana, esos que pasan la mayor parte del día en sus lujosas embarcaciones sin salir a navegar. Esos no llegan a las Azores. En este puerto se cruzan los navegantes que están cruzando el Atlántico, dando la vuelta al mundo, recorriendo este océano de Norte a Sur.
Es un puerto lleno de vida. Durante el fin de semana pasado, mientras trabajábamos en las reparaciones a bordo y en la puesta a punto del Ranger después de la travesía desde Bermudas, a nuestro alrededor se llevaban a cabo actividades de todo tipo. Un equipo español –concretamente formado por catalanes, mallorquines e ibicencos- ganaban un triatlón celebrado entre varias de las islas, y que había implicado una combinación de windsurf, ascensión del volcán de la vecina isla de Pico en bicicleta de montaña y navegación en piragua llegando a Horta. Aquí les esperaba una banda municipal tocando durante horas un concierto en la explanada del puerto.
Mientras tanto, tres de las antiguas barcas balleneras de Azores, que han sido restauradas, llevaban a cabo su pequeña regata en las bahía frente al puerto. Rápidas y estilizadas, dan una idea de su eficacia en la caza de cetáceos y del valor y la habilidad de unos tripulantes que se aventuraban al Atlántico con estas modestas embarcaciones y sus arpones de mano. Azores estuvo cazando cachalotes hasta 1986. Una película española de hace unos cinco años, protagonizada por Emma Suárez y tituada La Dama de Porto Pim, estaba ambientada en la época ballenera. Porto Pim es una pequeña concentración de casitas en una bahía al norte de Horta, a 15 minutos a pie desde este puerto, donde estaba la factoría ballenera, hoy reconvertida en un centro de educación ambiental.
En la isla existían una serie de observatorios desde los que los balleneros vigilaban los alrededores en busca de cachalotes, y cuando esos aparecían, inmediatamente daban aviso a las lanchas que, a vela o a remo, emprendían su persecución y su caza. De la tradición ballenera de la isla quedan también numerosos vestigios, como la artesanía de grabados en dientes y huesos de cachalote.
Hoy, los antiguos observatorios de los cazadores de ballenas están ocupados por científicos o por empleados de las diversas pequeñas empresas de whale watching. Un ejemplo –cuando se hace con los debidos controles- de la reconversión de un recurso económico a un uso sostenible del mismo.
Toda esta actividad portuaria se puede seguir desde el Peter’s Sport Café, una institución para los navegantes que pasan por Horta. Tres generaciones de la familia de un personaje que decidió mantener el carácter de una antigua taberna de balleneros y convertirla en un local donde se desayuna, se almuerza o se toman copas hasta altas horas de la madrugada.