Después de dos días y medio en el mar, aparece una imagen familiar en la distancia. Al principio me sorprendió que el Peñón de Gibraltar me pareciera tan familiar. Desde luego, nunca había estado allí antes, ni recuerdo haber estudiado este paisaje. Entonces me acordé de que justo antes de partir para el Ranger, el responsable científico de Oceana, el doctor Michael Hirshfield, me comentó: «¿Vais a hacer escala en Gibraltar? ¿Sabías que el peñón de Gibraltar inspiró el logotipo de la aseguradora británica Prudential?» Es todo un tributo al marketing de la vida moderna que el logotipo de una compañía que no he utilizado nunca esté tan grabado en mi subconsciente.
Gibraltar es una ciudad extraña. Agazapada muy cerca del extremo más meridional de España, de hecho forma parte del imperio británico. De acuerdo con nuestra fiable guía Lonely Planet, «España cedió la soberanía del Peñón a Gran Bretaña en 1713, pero no cesó en los intentos militares para reconquistarla hasta el fracaso del Gran Sitio de 1779-1783. En 1969, los gibraltareños votaron por 12.138 votos frente a 44 en favor de la soberanía británica en lugar de la española.»
Suzannah y yo estábamos deseando pisar suelo inglés, aunque solo fuera para demostrar al resto de la tripulación que éramos capaces de expresar pensamientos completos y que teníamos un amplio vocabulario en nuestra lengua nativa. Nuestras esperanzas se apagaron rápidamente cuando comprendimos que a pesar de los letreros en inglés y el sistema monetario británico, la ciudad parecía mucho más española que inglesa, y el idioma de elección era predominantemente el español.
Después de repostar combustible y almacenar comestibles, el resto del día quedó libre para que lo disfrutáramos como simples turistas. Ninguna visita a Gibraltar estaría completa sin visitar a los monos. Los macacos de Berbería, los únicos primates salvajes de Europa, habitan en la Reserva Natural de la parte superior del Peñón. Tras la ascensión, nos topamos con una horda de monos que eran claramente indiferentes a nuestra presencia. Para ellos, éramos dos mirones más que no representaban ninguna amenaza y por lo tanto, no merecían su atención. El único momento en el que se fijaron en nosotros fue cuando Suzannah dejó un momento su botella de agua y un astuto monito se la quitó y se la quedó para sí.
Mañana zarparemos de nuevo, pero no antes de disfrutar de una buena cena y de una noche sin el vapuleo del océano.