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mayo 18, 2006

Comida

 

Ha amanecido temprano en la bahía de St. Margarita. Las primeras luces han llegado alrededor de las cinco treinta de la mañana y me he levantado a las seis y cuarto para preparar el café y el desayuno de la tripulación: cereales, queso, mermelada, y pan junto con zumo de frutas, era lo previsto. Poco a poco, la tripulación se ha ido incorporando a las tareas habituales y a las ocho ya se habían iniciado las operaciones del día.

El sol ha coronado las montañas desde el este mientras el viento terral ha dejado paso a una ligera brisa marina haciendo bornear al Ranger sobre el eje del ancla cambiando su posición; ahora mira hacia la mar.

Mientras inicio mi aseo matinal, pienso en esta última etapa de mi vida, que como el viento en el Mediterráneo, cambia sin que pueda entender bien las razones del azar que lo domina. Mis raíces se hunden en un pequeño pueblo de la costa vasca: Mundaka. Mis antepasados, navegantes por todos los mares durante los últimos siglos. Ahora, al unirme a este equipo entusiasta y generoso de Oceana, después de haber doblado los cabos de una trayectoria profesional ligada a la ingeniería y al mundo del seguro, vuelvo a rememorar mis orígenes marineros. Sin duda hay algo de privilegio en todo esto.

Nos movemos, hay que cargar los tanques de agua antes de salir para el buceo en la Punta Portofino. La mañana se mantiene soleada y algo cargada de calor, pienso en que quizá puede haber tormenta mientras preparo la comida del día. Hoy comeremos ensalada de tomate con orégano, parmesano, y lechuga todo ello regado con un aceite especial de oliva virgen extra que nos han regalado. Además, espaguetis con pesto de Liguria y salsa de tomate picante. He dejado en la mesa los restos de un marmitako que hice ayer, cambiando el bonito del norte, albacora, por salmón más fácil de encontrar por estos lares.

La primera inmersión ha tenido lugar en un pecio, la segunda, en la misma zona algo más hacia en noroeste. Se ha documentado el área tal y como estaba previsto, queda mañana para terminar el trabajo.

La comida sirve para reforzar los lazos humanos entre nosotros y ofrece la posibilidad de relajarse de los momentos tensos que cualquier navegación comporta. Queda la cena y tengo que improvisar, como en mis clases de saxo tenor, una melodía que les guste a todos, no se si tomaremos salchichas o arroz con pollo ya veremos….

Nos acercamos al fondeo donde pasaremos la noche. El mismo lugar que en días anteriores. Navegamos a poca velocidad, oigo una música y las conversaciones de los de cubierta. Otro día cumplido y aprovechado como recomendaba Horacio en su Carpe Diem ,hace más de dos mil años.

Hay una larga campaña por delante, muchas oportunidades que deberemos aprovechar con determinación y sentido. Rememoro para ello esos versos de A. Machado: Sabe esperar, espera que la marea fluya / así en la costa un barco, sin que el partir te inquiete/ Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya…