septiembre 5, 2010
Celebrities, chapapote y tiburoneros
Pero antes de empezar a medir hidrocarburos, y con posterioridad a mi última entrada en este blog, pasaron muchas otras cosas. La última vez que estuvimos en Gulfport, hace ya casi dos semanas, tuvimos la visita a bordo de varios amigos de Oceana que querían, con su presencia, apoyar la expedición. Los actores Morgan Freeman y Ted Danson, y la top model Almudena Fernández nos acompañaron en una jornada dedicada a difundir nuestro trabajo entre los medios de comunicación estadounidenses. También fue nuestra huésped la alcaldesa de una de las principales ciudades de Belice, frente a cuyas costas se cierne también la amenaza de la industria petrolera offshore.
Mientras organizábamos la carga de instrumentos en el puerto, el equipo de buceadores se desplazó con una de las lanchas del Oceana Latitude a Ship Island, una de las islas que forman la barrera, 15 millas frente a la costa de Gulfport. Estas islas fueron de las primeras en recibir la marea negra tras la explosión de la plataforma Deepwater Horizon. Desde entonces, y como ocurre en muchas zonas de la costa de los estados del Golfo, brigadas de trabajadores contratados por BP han estado intentando limpiar los restos más aparentes de petróleo. A pesar de los tres meses transcurridos, todavía se pueden ver “galletas” de petróleo de considerable magnitud. El daño causado a las poblaciones de aves, a las tortugas, a los cetáceos, a los peces ya no aparece en los telediarios. El impacto a medio y largo plazo sobre los ecosistemas tardará en ser evaluado. Para contribuir a ello estamos aquí.
Unos días después de salir de Gulfport intentamos poner en marcha otro de los proyectos previstos para esta fase de la campaña. Intentábamos el marcaje de tiburones ballena. En el Golfo de México vive una importante población de estos gigantescos peces, que pueden alcanzar hasta los 18 metros de longitud y que se alimentan filtrando enormes cantidades de agua. Es lógico sospechar que la contaminación por petróleo del Golfo, incluso en cantidades no detectables para el ojo humano, puede tener un grave efecto acumulativo en estos animales. Para este proyecto se embarcó con nosotros el Dr. Eric Hoffsmayer de la Universidad del Sur de Mississipi, y una de sus ayudantes, ambos experimentados en el marcado de tiburones. Oceana alquiló un par de avionetas, en las que se embarcaron como observadoras Soledad Esnaola y Emily Fisher, de las secciones europeas y norteamericana de la organización. En los escasos dos días que pudimos dedicar a este proyecto antes de que el tiempo se deteriorase irreversiblemente, desde el aire se detectó un grupo de cinco tiburones a unas 15 millas del Oceana Latitude.
El estado de la mar impidió que pudiésemos botar una de las lanchas para dirigirnos rápidamente a la zona. Aunque los tiburones ballena se mantienen durante periodos relativamente largos en la misma zona y cerca de la superficie, este grupo no nos esperó. Cuando el Oceana Latitude llegó a donde habían sido detectados, más de una hora después, los grandes seláceos ya se habían sumergido y fue imposible volver a encontrarlos. Y esa fue nuestra única y última oportunidad. La verdad es que hay que reconocer que el resultado de este proyecto fue el primer fracaso –el único hasta el momento, crucemos los dedos- de las iniciativas que tenemos previstas para la esta expedición de dos meses.
Desde esa zona de aguas de Louisiana, donde diez días después se incendiaría otra plataforma petrolífera, la Vermilion Block 380, ya nos tuvimos que dirigir rápidamente al puerto de Gulfport, donde nos esperaban winches, generadores, CTDs, boyas, cabos, cadenas y anclas para cargar a bordo. Todo ello para dar soporte a decenas de sensores de hidrocarburos que a continuación íbamos a desplegar en el entorno de la plataforma Deepwater Horizon, de BP. Pero eso ya lo he contado antes.