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junio 11, 2006

Buceando en Capri

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Esta vez tampoco ha habido suerte. A pesar de que ya nos imaginábamos que no encontraríamos mucha actividad de rederos esta noche, da rabia ver que teníamos razón. Es casi luna llena, y nuestro único satélite ilumina las aguas como el mejor de los focos. Tal vez esta sea el motivo por el cual los rederos no salen a faenar. Demasiada claridad.

Los buceadores no hacemos guardia esta noche porque nos dirigimos hacia la Isla de Capri, en la que hay planes de realizar alguna inmersión y hay que estar descansados, así que les dejamos el trabajo sucio a Carlos, Jordi y Albert. Temprano por la mañana llegamos a nuestro destino, y nos damos cuenta de por qué estas islas se han ganado su fama. Un trozo de roca levantado de la nada hace miles de años en medio del mar, con escarpados acantilados y una estrecha lengua de tierra y árboles con algo menos de pendiente en la que el hombre ha aprovechado para construir un par de casas y dos hoteles.

Thierry estudia el terreno submarino en la carta náutica y encuentra una roca frente a la costa de una profundidad aceptable para la inmersión, y allí vamos. Preparamos los equipos, echamos la zodiac al agua (lo cual es siempre un espectáculo digno de ver…si no que le pregunten a Carlos), y nos tiramos a los fondos con el disfraz de “hombres rana”. Nada más bajar vemos una cuerda a unos 12 metros que se apoya sobre la pared casi vertical, y en la que están enganchadas nasas para pescar pulpos, peces, langostas o lo que sea que quiera meterse ahí dentro. Seguimos bajando y nadando paralelos a la pared y volvemos a encontrarnos con praderas de fanerógamas, pepinos de mar y algunos corales blandos (Astroides calycularis), igual que en la Isla de Ponza. Además vemos colonias de anémonas incrustantes (Parazoanthus sp.), pequeñas gorgonias, pequeñísimos nudibranquios (Flabellina sp.), bancos de pequeños peces, y otras especies tapizando la roca que caía rápidamente hasta los 30 metros de profundidad. Otra inmersión sin incidentes y salimos todos contentos del agua; los fotógrafos con sus fotos, y el cámara con sus filmaciones. Nuestros planes de una segunda inmersión por la tarde se iban a pique cuando el sol dejó paso a la lluvia, y el viento hizo acto de presencia. Se acabó lo bueno. Ahora estamos a merced del tiempo, que AÚN no hemos aprendido a controlar. Mañana hay que regresar al puerto de Nápoles para recoger a Xavier, que se reincorpora tras una pausa de 3 días, y a María José Cornax, que viene por primera vez al Ranger y…¡No sabe donde se está metiendo!