febrero 12, 2005
Bananas y teléfonos por satélite. Sábado, 12 de Febrero de 2005
Pues aquí estamos, esperando la llegada del Ranger a Golfito. Durante la espera hay muchas cosas que hacer: preparar los trámites con las autoridades del puerto, probar los sistemas de comunicaciones para el barco, enviar comunicados de prensa… Xavier no se separa del teléfono mientras yo intento aprender todo lo posible sobre Golfito, la Isla del Coco y las aguas que los separan, antes de que zarpemos y nos quedemos sin conexión a Internet.
Golfito es una pequeña ciudad en la costa del Pacífico costarricense, justo al norte de la frontera con Panamá. Está situada en un ” sub-golfo ” que surge del gran Golfo Dulce como una gotita de agua de otra más grande. Golfito nació como una ciudad bananera. Entre 1938 y 1985 albergó la sede central en el sur de Costa Rica de la United Fruit Company, el infame emporio bananero conocido por su participación en el golpe patrocinado por los Estados Unidos en 1954 contra el gobierno de Guatemala, por la represión a la que sometía a sus trabajadores y por ser responsable de la colonización económica de gran parte de América Central.
Golfito vivió su máximo esplendor con el comercio de la banana. A todas horas circulaban trenes que traían suministros y se iban llenos de bananas. La ciudad creció a lo largo de la vía del tren y, todavía hoy, casi todos sus edificios forman una franja larga y estrecha junto a una carretera. Es la misma vía por la que, en los viejos tiempos, circulaba lentamente un tren al que se agarraba la gente para ir de un lado a otro de la ciudad. ” La Compañía “, como aún la llaman por aquí, construyó un hospital, escuelas y un muelle, además de llenar ” el pueblo civil ” de casas para sus trabajadores.
Y llegó el día en que la Compañía se fue. La subida de aranceles en Costa Rica y los conflictos con los trabajadores en Golfito hacían que la explotación diera más problemas que beneficios. Golfito sufrió en sus carnes el desempleo y las plagas que suele traer consigo: prostitución, drogas, pobreza, etc. En un intento por revivir la ciudad, el gobierno costarricense hizo construir recientemente un enorme centro comercial duty-free, conocido como el depósito, para atraer al turismo interior. Los visitantes tienen que pasar allí la noche, y hasta cierto punto parece que ha funcionado. Es un monstruoso edificio de cemento rodeado por alambre de espino, pero los muchos hotelitos que hay en la ciudad se llenan todos los fines de semana.
Hay otros motivos para el optimismo en Golfito. La ciudad es un destino cada vez más popular entre los pescadores deportivos, con dos o tres puertos de categoría, un puñado de yates de lujo fondeados en la bahía y pequeños grupos de extranjeros adinerados que todas las noches toman sus cocktails en alguno de los bares del muelle. Son los mismos que, durante el día, van a pescar peces vela, marlines y otras piezas muy codiciadas. Un día de pesca puede costar entre 300 y 700 dólares.
Igualmente esperanzador, si no más, es el hecho de que el grupo para la conservación de los océanos en América Central, MarViva, tiene aquí su base de operaciones. MarViva fue creada ( gracias sobre todo a Xavier Pastor, Carlos Pérez, Maribel López y Eduardo de Ana ” Guayo “, que ahora forman parte de Oceana ) en 2002 para promover la protección del Corredor Marino de Conservación del Pacífico Este ( CMAR ), que incluye las aguas que rodean una cadena de cinco islas en la costa del Pacífico de América Central. A pocos cientos de millas mar adentro desde aquí está la Isla del Coco, la joya marina de Costa Rica, uno de los lugares con mayor biodiversidad sobre la Tierra y la próxima escala del Oceana Ranger. Hablaré más sobre ella en la próxima entrega.
El aumento del turismo y la conciencia cada vez mayor de la riqueza ecológica de Golfito hacen suponer que la ciudad dejará muy pronto de ser un lugar remoto y desconocido. Hay rumores sobre la construcción de un nuevo aeropuerto y de un mega puerto deportivo. Lo difícil será conseguir que la ciudad crezca y prospere sin perder la abundancia y calidad de la vida marina que la hace tan especial. Mientras tanto, Golfito sigue siendo un lugar de extraña belleza, con casas de tejados de hojalata que se apiñan junto a la bahía, la jungla en torno y yates de 15 metros rodeados por canoas de remos.
Los preparativos para el viaje del Ranger siguen su curso. Tenemos la suerte de contar con una tecnología excelente, incluido un sistema por satélite que, si todo va bien, me permitirá seguir transmitiendo desde el mar. Ayer me pasé toda la tarde intentando hacerlo funcionar, lo que conseguí gracias a la paciencia y la ayuda de Beth White, la brujita informática de Oceana, y de un amable caballero de la tienda de teléfonos por satélite. Confío en que no habrá ningún problema, siempre y cuando seamos capaces de replicar en medio del océano las mismas condiciones que en la base de MarViva.