mayo 19, 2005
Bailando con la ballena azul. Jueves, 19 de Mayo de 2005
El tiempo ha empezado a cambiar. Se ha levantado un viento del SE de 20 nudos que nos permite navegar hacia el Este a una velocidad de unos 8 nudos. No está nada mal. El mar está bastante agitado, marejadilla con intervalos de marejada, pero se lleva bien. No es tan fácil desplazarse por el barco sin tener que irse agarrando aquí y allá, ni trabajar con el ordenador, pero los dos cascos del catamarán le proporcionan una estabilidad envidiable. Por ahora, nada se cae ni se desplaza, como es tan habitual en los barcos de casco convencional.
Esta tarde ha sido extraordinaria. Después de almorzar estaba en mi litera cuando he oído voces y carreras en el exterior y unos golpes muy fuertes que alguno de mis compañeros daba en el cristal de la escotilla que da acceso a cubierta desde mi camarote, para despertarme. He subido las escaleras todo lo rápido que he podido hasta el messroom y allí me he dado de bruces con Bibi, la contramaestre, que bajaba a avisarme: ” Xavier, ¡¡hay un rorcual!! “. He salido al puente esperando ver una ballena a la distancia, pero lo que me he encontrado, a una distancia de un par de metros de la borda, ha sido un bicho de unos 13 metros que emergía justo en el momento en que yo sacaba la nariz a cubierta. Vuelta atrás a recoger la cámara, y a esperar las sucesivas emersiones del animal. Todos al acecho para conseguir fotografías. La ballena no nos ha defraudado. Parecía jugar con el Ranger, echarnos una carrera. Navegaba en ocasiones a un par de metros del costado de estribor, ocupando casi la mitad de la longitud del barco, o pasando por debajo del barco, dejándose ver a través de la red que se extiende entre las proas de los dos cascos. Ha salido una y otra vez, al menos media docena de emersiones, acompañándonos durante unos veinte minutos. Sacaba la cabeza y nos miraba al resoplar, para luego arquear el lomo y volver a sumergirse durante tres o cuatro minutos. Luego se ha cansado del juego y ha desaparecido, dejando a un público mojado por los salpicones de la proa y fascinado por lo que acababan de contemplar.
Cuando nos hemos recuperado, quienes habíamos hecho fotografías nos hemos apresurado a descargarlas en los ordenadores de a bordo. Las mejores, sin duda, las de Nuño. En vez de hacer como la mayoría, que nos hemos abalanzado a la borda para estar lo más cercanos posibles al cetáceo, Nuño ha tenido la visión de mantenerse en la zona alta del puente, con lo que disponía de una mejor perspectiva de la cubierta y del mar alrededor. Ha puesto su cámara en ráfaga y ha conseguido una excelente representación del espectáculo del que hemos sido testigos.
When we recovered from the experience, those of us who took photographs dashed to download the photos onto the computers. The best of them are, no doubt, Nuño’s. Instead of crowding around deck to be as close to the cetacean as possible, which most of us did, Nuño had the sense to remain higher up at the bridge, which gave him the best perspective of the deck area and the surrounding sea. He set his camera on high speed and got an excellent representation of the spectacle we have witnessed.
Desde el principio nos dimos cuenta de que no era un rorcual aliblanco. La ausencia de las manchas en las aletas y –sobre todo- la dimensión del animal no permitían confundirla con lo que los anglófonos llaman una minkie, el menor y más frecuente de los rorcuales. La siguiente posibilidad más lógica por abundancia es que se tratase de un rorcual común, o ballena de aleta. Pero ahí también fallaba algo. La pequeñísima aleta dorsal, casi vestigial, situada muy atrasada, la piel claramente cubierta de un moteado grisáceo, el cráneo muy plano… Mientras Indi, Nuño, Carlos, Alicia, Bibi, Sole y yo revisábamos las guías de cetáceos de a bordo y comparábamos con las fotografías que acabábamos de tomar iba quedando claro: el Ranger acababa de tener un encuentro con una ballena azul ( Balaenoptera musculus ), un animal que fue llevado al borde de la extinción por los balleneros y del que no hay constancia de que las poblaciones que quedaron se estén recuperando desde que hace dos décadas se adoptase la moratoria para la caza comercial en la Comisión Ballenera Internacional. El individuo que hemos visto era probablemente un juvenil de la especie animal de mayor tamaño que existe en el planeta, y del que sólo quedan algunos centenares en la población del Atlántico Norte.
El avistamiento tiene otro aspecto interesante. Cuando Nuño se ha dirigido a la carta náutica para registrar la posición del encuentro (36.07 N, 51.32 W), éste ha resultado coincidir exactamente con la localización del Rockaway Seamount, una montaña submarina que se eleva desde profundidades cercanas a los 6.000 metros y cuya cumbre se acerca a los 800 metros de la superficie del mar. Es una excelente representante de los ecosistemas de alta mar que Oceana y otras organizaciones conservacionistas pretendemos proteger de la pesca de arrastre y otras agresiones, consiguiendo una prohibición de este tipo de actividades en esas zonas vulnerables. ¿Ha sido una coincidencia que la ballena azul estuviese exactamente en esa zona? Tal vez. Los rorcuales no viven permanentemente en un lugar, sino que viajan por los océanos en migraciones estacionales. Sin embargo, su presencia en Rockaway cuadra perfectamente con los argumentos que se esgrimen para la protección de las montañas submarinas. Son zonas cuya orografía provoca fenómenos de upwelling o afloramiento de nutrientes arrastrados por corrientes verticales desde el fondo hacia la superficie. En consecuencia se convierten en áreas de alta biodiversidad, con gran riqueza biológica, que sirven como oasis en medio de zonas biológicamente mas pobres. Son como estaciones en el camino donde las especies migratorias encuentran alimento y donde otros organismos pasan toda su vida.
Hoy no ha estado nada mal. Aquí no hay quien se aburra.