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mayo 18, 2005

Avistamientos en alta mar. Miércoles, 18 de Mayo de 2005

BY: Xavier Pastor

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La travesía del Atlántico continúa sin problemas. El mar se mantiene prácticamente en calma, con algunos momentos de viento de unos 10 o 15 nudos que hoy nos han permitido, por primera ver, izar todas las velas y navegar sin la ayuda de ninguno de los dos motores durante algún tiempo, impulsando el Ranger a 6 ó 7 nudos. El problema era que aprovechar ese viento nos obligaba a poner rumbo bastante más al norte de lo que nos conviene para dirigirnos a las Azores. Por fin hemos optado por un compromiso, combinando todas las velas, uno de los motores y un rumbo más aceptable a nuestras necesidades.

The Ranger

El excelente estado de la mar nos permite, sin embargo, ver con detalle la escasa fauna marina superficial a bastante distancia. Han ido disminuyendo la densidad de fragatas portuguesas ( Physalya physalis ) que veíamos estos días pasados pero, sin embargo, hemos podido divisar hasta media docena de tortugas marinas ( Caretta caretta ) de gran tamaño, tomando el sol en superficie. Un rorcual aliblanco ( Balaenoptera acutorostrata ) ha cruzado nuestra popa esta mañana, animando la guardia de Alicia.

En estas soledades oceánicas impresiona también observar el vuelo, a ras de agua, de algunos individuos aislados de distintas especies de aves marinas. Es difícil de imaginar la rutina de la vida diaria de estos animales, a cientos de millas de cualquier isla o continente, volando solitarios sobre las olas. Los ornitólogos de a bordo, el cocinero José Indi Peñalver y el capitán Nuño Ramos nos ayudan a identificarlos. Se trataba de un págalo grande ( Catharacta skua ), un par de parejas de pardela capirotada ( Puffinus gravis ), y un págalo rabero ( Stercorarius longicaudus ). También hemos divisado un paiño, la diminuta ave marina pelágica, pero no hemos sido capaces de determinar la especie. Y, como dice Indi “Yo, si no estoy seguro al 100%, no doy por confirmada una identificación “.

Pero observar vida marina está resultando la excepción, y no la regla. La mayor parte del tiempo el mar y el cielo aparecen vacíos y solitarios, lo cual resulta más impactante cuando el océano está en calma, el firmamento está azul y despejado, y la visibilidad es extraordinaria.

  

De vez en cuando aparecen objetos flotantes. Unas horas después de salir de Bermudas, el pasado domingo, pasamos junto a un trozo de espuma sintética del tamaño de una nevera. En la distancia era imposible distinguir si se trataba de una balsa o de algún pequeño contenedor, caído de algún barco, que representase un peligro para la navegación. También nos hemos cruzado con alguna defensa perdida por alguna embarcación. Alicia divisó una colchoneta hinchable, en plena forma. Ayer tarde divisamos dos boyas de pesca abandonadas, con sus banderitas de identificación. Decidimos acercarnos y examinarlas, por si eran flotadores de algún trozo de palangre que pudiese tener todavía decenas de anzuelos y de línea de nylon que continuase causando daños inútiles a la vida marina. Cuando se estudia la información que existe al respecto, produce escalofríos el conocer las estimaciones sobre cantidades de redes y otros artes de pesca perdidos que, al estar fabricados con materiales sintéticos y resistentes, continúan matando peces, crustáceos, mamíferos marinos y tortugas marinas de manera ” fantasma ” durante años.

Mar Mas

Por ello, Carlos, José Carlos y Guayo se esforzaron por subir a bordo las boyas, ayudados de un bichero, mientras Nuño maniobraba cuidadosamente el Ranger para evitar el riesgo de enredo del arte de pesca en las hélices. Los flotadores no estaban, sin embargo, conectados a una línea de nylon, sino a un grueso cabo que se hundía hacia el fondo y cuya longitud nos resultaba desconocida. Empezamos a tirar de él para descubrir que solamente medía unos diez metros. Al subirlo a bordo izamos un completo ecosistema. La parte sumergida de las boyas, así como todo el cabo, estaba cubierto de percebes de cuello de ganso ( Lepas anatífera ), pero también había algas y centenares de diminutos cangrejillos, similares a los que hace un par de semanas encontramos en los sargazos antes de llegar a Bermudas.

Tras las correspondientes fotos, decidimos conservar a bordo uno de los flotadores (una defensa en buen estado) y arrojar el resto de nuevo al mar. No presentaba ningún peligro para la navegación y sin embargo mantenía vivos a miles de pequeños organismos, sin contar a los peces que se refugiaban bajo ese pequeño ecosistema, y que huyeron despavoridos en cuanto se les retiró la protección.

Esta tarde también hemos tenido un rato de estilismo capilar. Mar ha sacado su ” temible máquina rapadora “ y ha dejado a José Carlos pelado al uno. ¿O al dos?