Report | mayo 31, 2010

Contaminación por cruceros

La industria turística de cruceros ha experimentado un gran auge en los últimos treinta años. En estas décadas, el número de personas que han optado por pasar sus vacaciones a bordo de uno de estos buques se ha multiplicado por 25 y, consecuentemente, los problemas asociados.

Más de medio centenar de empresas controlan cerca de 300 cruceros que transportan a millones de pasajeros de una punta a otra del planeta. Algunos de los destinos turísticos preferidos son aquellos que, a su vez, son más sensibles a las perturbaciones ambientales. El Caribe, Alaska, el Mediterráneo, los fiordos nórdicos o las costas de muchas pequeñas islas son objeto de la presencia de estos grandes buques. Su belleza natural es el atractivo, pero también su talón de Aquiles, ya que estos parajes son muy vulnerables.

Los grandes buques de crucero pueden llegar a transportar unas 5.000 personas, incluyendo más de 1.000 de tripulación, lo que les convierte en auténticas ciudades flotantes. Con una eslora que puede sobrepasar los 300 metros y un tonelaje de más de 100.000 TRB, a bordo de estos buques pueden encontrarse piscinas, teatros, cines, restaurantes, tiendas, saunas, pistas de tenis, revelado de fotos, lavanderías, tintorerías y todo aquello que un pasajero pueda desear durante su estancia en un “hotel” flotante.  Pero todas estas actividades generan cientos de toneladas de residuos de todo tipo que, en parte, son vertidas a los mares y océanos por los que navegan.

La legislación internacional sobre el tratamiento y vertido de estos residuos apenas regula las actividades de estos cruceros, por lo que toneladas de residuos terminan en las aguas de los océanos sin apenas tratamiento.

Si en lugar de un buque de pasajeros se tratara de una ciudad costera, los tratados, acuerdos y legislaciones internacionales y nacionales serían mucho más estrictos, obligando a que los efluentes generados tuvieran que contar con tratamientos especiales que evitaran el vertido peligroso de aguas fecales, aguas grises, hidrocarburos, metales pesados y otras sustancias tóxicas. Sin embargo, los cruceros, pueden verter distintos restos orgánicos y aguas sin tratar cuando se encuentran a más de cuatro millas de la costa.

El creciente problema creado por este aumento de cruceros en todo el mundo ha llevado a que algunos países, en especial en los destinos más visitados, empiecen a introducir normativas nuevas que intentan frenar su impacto. Pero en aguas internacionales la legislación es muy deficiente.