Los plásticos que acaban en los océanos pueden proceder de fuentes terrestres o marítimas. Pero el 80% procede de fuentes terrestres, ya sea de las regiones costeras o vía ríos contaminados. Estos plásticos que llegan a los océanos o a los ríos procedentes de tierra pueden venir de los sistemas de alcantarillado, arrastrados por el agua de tormentas que han descargado en torrenteras cercanas, o bien soplados por el viento desde vertederos cercanos a la costa o ríos. Los residuos plásticos agrícolas procedentes de las películas o revestimientos de fertilizantes también desempeñan un papel importante. Otro factor relevante es toda la basura tirada en las costas y playas, especialmente en verano en zonas de alta ocupación turística.

Los artículos de plástico más frecuentes en las playas, tanto europeas como en todo el mundo, son botellas, bolsas, envoltorios y envases alimentarios, incluyendo pajillas y cubiertos, así como toallitas húmedas.

Por otro lado, se piensa que el 20% del plástico presente en los océanos procede de fuentes marítimas, principalmente de redes de pesca perdidas o desechadas, además de otros residuos plásticos procedentes de la pesca y de la agricultura. Pero también pueden proceder de barcos mercantes, de pasajeros o de plataformas petrolíferas, por ejemplo.

Los microplásticos son partículas tan diminutas que los sistemas de alcantarillado no son capaces de filtrarlas y llegan al agua ya sea vía el propio alcantarillado o bien directamente; proceden de, entre otras cosas, el desgaste de los neumáticos, fibras de ropa de poliéster, pintura o micropartículas de cosméticos.

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A escala global, se calcula que todos los años se vierten a los océanos unos 8 millones de toneladas de plástico. Esto equivaldría a volcar cada minuto en el mar un camión de basura lleno de plástico. Las estimaciones sobre cuánto plástico se vierte al mar en la Unión Europea suelen ser variables. Una estimación aproximada del total vertido ronda los 8 millones de toneladas, lo que supondría algo así como 150.000 toneladas anuales.

Y aunque el plástico flotante, como las famosas “islas de plástico”, es la prueba más palpable de la contaminación plástica de nuestros mares, cerca de un 94% del plástico presente en los mismos se halla en realidad fuera de nuestra vista, en el lecho marino.

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Aunque muchos plásticos solo se usan unos instantes, duran eternamente. El plástico nunca desaparece, sino que se va dividiendo en cachitos cada vez más minúsculos.

Así que, aunque el plástico no se degrada, se descompone en microplásticos que pueden acabar siendo tan diminutos como partículas de un milímetro de diámetro; y además actúan como imanes para sustancias contaminantes dañinas.

Algunos microplásticos son tan pequeños que el zooplancton, que se halla en la base de la cadena alimenticia marina, es capaz de consumirlos. De esta manera, microplásticos potencialmente cargados de diversas sustancias químicas pueden irse acumulando y transmitiendo en los organismos de la cadena de depredadores marinos, llegando así al pescado y otros seres marinos consumidos por los humanos. Los científicos aún están estudiando cómo nos pueden acabar afectando todas estas partículas de plástico presentes en nuestra comida, agua y aire.

Los artículos plásticos más duraderos, como las botellas, los pañales de usar y tirar, y las anillas de plástico de las latas de bebidas, pueden tardar hasta 450 años en degradarse. Otros artículos muy comunes, como las pajillas, pueden tardar hasta 200 años en hacerlo, y las tazas de poliestireno hasta 50 años.

No obstante, cabe señalar que en las partes más profundas de los océanos, el plástico puede durar hasta cerca de mil años, debido a la ausencia de exposición a la luz solar, a una menor oxidación y a la falta de otros agentes de degradación.

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Se han encontrado cantidades ingentes de residuos plásticos flotando en la superficie del mar, bañando las costas más remotas, mezclándose con el hielo del Ártico y depositados en los lechos marinos más profundos del planeta. Están por todas partes.

A medida que se siguen vertiendo plásticos a nuestros mares, la lista de especies marinas afectadas por estos no deja de aumentar. Se han observado decenas de miles de organismos y especímenes marinos víctimas de estrangulamientos, enredos o ingestión de materias plásticas, omnipresentes ya en su medioambiente: desde el zooplancton y los peces, hasta las tortugas, las aves y los mamíferos marinos; los ornitólogos advierten que, de seguir así, en 2050 el 99% de las aves marinas habrán ingerido plástico, exponiéndose a morir.

Y cuando el plástico es ingerido por peces, algunas de sus micropartículas químicas pueden pasar a la cadena alimentaria y acabar en nuestro plato. A día de hoy, los impactos y consecuencias de la contaminación plástica aún están por valorar y comprender.

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El reciclaje, una de las soluciones más populares a la contaminación plástica, sencillamente se queda muy corto. A día de hoy, solo se ha logrado reciclar el 9% de todos los residuos plásticos hasta ahora generados.

Y las proyecciones actuales nos dicen que el previsible fuerte incremento de la producción de plásticos en los años venideros va a superar con mucho la capacidad de reciclaje, con la consecuencia de arrojar aún más plástico a los océanos.

Así que el simple reciclaje no es suficiente para resolver esta crisis del plástico. Para lograr reducir el plástico que acaba en nuestros mares, no nos queda otra que limitar su enorme producción. Tenemos que reclamar a las empresas que reduzcan la cantidad de elementos plásticos que introducen en la cadena de suministro y que busquen otras formas de envasar y distribuir sus productos. De no introducir inmediatamente cambios relevantes en nuestro uso y abuso de los plásticos, se prevé que el total de residuos de esta materia se multiplique por dos en 2025.

Los conocidos como “plásticos verdes”, que se suponen biodegradables, se venden como una alternativa sostenible que podría reducir la ingente cantidad de desechos plásticos, pero según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, algunos de sus aditivos que facilitan la biodegradación dificultan en cambio su reciclaje y pueden resultar potencialmente dañinos para el medioambiente.

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El plástico contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero en cada una de las fases de su ciclo de vida, desde su producción hasta su refinamiento, así como también en su gestión como residuo. Las proyecciones actuales son que, en el año 2050, alrededor del 20% de la producción petrolera mundial estará destinada a la fabricación de plástico. Pero a diferencia de lo que ocurre con otros productos derivados de los combustibles fósiles, como la gasolina, el plástico no está sometido a impuestos, lo que abarata mucho su producción y consumo.

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En la Unión Europea y en sus Estados miembros existen numerosas leyes, normativas y directivas que regulan los productos de plástico. Las directivas sobre envases y residuos de envases se hallan actualmente en proceso de revisión, con el objetivo de acelerar los ritmos de reciclaje; los microplásticos están en proceso de regulación; y durante el verano de 2019, la nueva Directiva de la Unión Europea sobre plásticos de un solo uso se hará legalmente vinculante, requiriendo a todos los Estados miembros de la UE que incluyan en sus legislaciones nacionales prohibiciones u otras disposiciones que reduzcan los residuos de artículos plásticos como los cubiertos y las botellas de usar y tirar, o los aparejos de pesca, en un plazo aproximado de dos años.

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Oceana Europa considera que los países de la UE deberían introducir lo antes posible legislaciones que vayan más allá de lo dispuesto por la directiva sobre plásticos de un solo uso, con el fin de lograr rápidamente una reducción real de los residuos plásticos. Para lograr reducir el plástico que acaba en nuestros mares, debemos limitar en origen la producción de plástico de un solo uso.

También tenemos que reclamar a las empresas que reduzcan la cantidad de elementos plásticos que introducen en la cadena de suministro, buscando formas alternativas de envasar y distribuir sus productos.

Los consumidores actuales queremos liberarnos del plástico, pero hoy por hoy supone una tarea prácticamente imposible. Las empresas, regiones y ciudades europeas deben ofrecer a sus consumidores más opciones libres de plástico, y brindar a aquellos que desean cambiar su estilo de vida la oportunidad de hacerlo.

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Como consumidor, puedes hacer mucho para contribuir a que llegue menos plástico al mar. Hazte escuchar y predica con el ejemplo. Puedes, por ejemplo, contribuir a revertir la tendencia hacia una producción cada vez mayor de plásticos de un solo uso, comprando en la medida de lo posible productos totalmente libres de plástico o recurriendo a alternativas sostenibles. También puedes reclamar activamente a las empresas que desarrollen gamas de productos totalmente libres de plástico.

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